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Después de las tres noches de Taylor Swift en Buenos Aires

Tras tres presentaciones llenas de espectáculo, gritos y emociones, los fanáticos comparten sus experiencias de lo que fue la última semana "swiftie".

Después de las tres noches de Taylor Swift en Buenos Aires
Taylor Swift en Buenos Aires, Argentina (@taylorswift13 via Twitter)

Dicen que todo lo que vale la pena, bien vale la espera. Un viejo dicho que cobró más sentido durante las últimas cuatro noches porteñas. Después de diecisiete años, alrededor de 200 mil personas llenaron el Estadio River Plate en tres ocasiones para ser testigos del arte de Taylor Swift en vivo, en un show biográfico de su trayectoria. Tras conquistar los escenarios de Estados Unidos y México, la artista desembarcó en la capital argentina con "The Eras Tour”. Y a pesar de que lleva un largo camino haciendo esto, lo que aguardaba en aquellas presentaciones superó todas las expectativas, tomando por sorpresa tanto a la propia cantante como a su equipo y, por supuesto, a los fanáticos.

Jueves 9, sábado 11 y domingo 12. Tres fechas le tomó a Taylor para convertirse en un acontecimiento nacional. El bullicio y la energía comenzaron mucho antes de que el ícono subiera al escenario. La llegada de la “blondie” fue cubierta con gran intensidad por los medios de comunicación, e incluso se la nombró Huésped de Honor en reconocimiento de la magnitud de su presencia. La atmósfera estaba impregnada de la pasión de los swifties, que esperaron durante días, incluso meses, acampando para asegurarse de tener el mejor lugar dentro del predio. El clima se volvió una parte crucial de la narrativa, con la incertidumbre de una posible suspensión del día viernes (el cual se reprogramó para el domingo). Y como si fuera poco, en medio de esta lluvia de emociones, las fechas de los conciertos coincidieron con un momento político de gran importancia: las elecciones presidenciales.

Las recientes actuaciones de la estrella no sólo generaron impacto a nivel nacional, sino que su influencia trascendió fronteras. Desde la confirmación pública de su relación con Travis Kelce, sellada con un beso tras bastidores, hasta el afecto demostrado por su padre, Scott, hacia los fans. La grandeza de su debut en Buenos Aires no se limitó al estadio; con los hoteles colmados en la ciudad, todos quisieron formar parte de la vivencia de Swift en el país. “Nunca vi un fenómeno tan grande en Argentina, tal vez es la primera vez desde Madonna en la que se moviliza no solo un país entero sino un continente porque recibimos a muchos swifties de Perú, Ecuador, Paraguay o Bolivia y el sentido de comunidad fue hermoso”, comparte Máximo Gulich, fanático que se viralizó en las redes sociales por haber realizado 435 friendship bracelets, pulseras adornadas con palabras o frases relacionadas con la artista que los fans intercambian como símbolo de amistad.

Con la magia de Louta y el brillo de Sabrina Carpenter calentando los motores de una multitud que aguardaba ansiosa el espectáculo principal, la entrega del público fue total. Aunque todo parecía ensayado, guionado y milimétricamente chequeado, aquellos que vivieron los tres días seguidos seguramente percibieron que cada descenso del reloj para dar inicio a la cuenta regresiva trajo consigo una nueva experiencia. “Un momento que no voy a olvidar nunca es cuando la vi salir al escenario por primera vez después de tantos años de espera, es un sentimiento incomparable haberla tenido en nuestro país”, indica Valentina Waldman, seguidora que asistió a la trilogía de shows. Todos los saludos de Taylor fueron recibidos con una ovación, marcando el comienzo de un viaje musical que abarca diez eras de su carrera: Taylor Swift (2006), Fearless (2008), Speak Now (2010), Red (2012), 1989 (2014), Reputation (2017), Lover (2019), Folklore (2020), Evermore (2020) y Midnights (2022).

Más allá de la música

Durante tres horas y veinte minutos ininterrumpidos, la intérprete presenta un espectáculo que busca condensar los momentos más destacados de su vida. Realiza dieciséis cambios de vestuario, se suma a las coreografías, toca instrumentos e incluso recrea escenas descritas en sus letras. A medida que las canciones avanzan, la puesta en escena adquiere mayor complejidad. La extensa pasarela, una conexión entre la tarima y el corazón del estadio, es utilizada de manera excepcional por la cantante, sus músicos y bailarines. "El escenario es increíble y funciona como una extensión perfecta de todo lo que sucede arriba de él. Las plataformas suben en los momentos indicados y se mueven a la par de Taylor", destaca Catalina Pielert, quien también vivió la experiencia completa de todos los recitales. "Es un show que deja la vara alta para cualquier otro al que asista a partir de ahora y, sin dudas, es un antes y un después en lo que es la música en vivo", asegura.

Casi mejor que la producción de los shows es la presencia artística de Taylor. La estrella sorprendió y cautivó a su público, demostrando, una vez más, por qué es la principal referente musical a nivel mundial de los últimos diez años. "Ella es una actriz, 'lo da todo'. No importa ante quién esté tocando, se desvive por cada ciudad que pisa", describe Luisa González, quien lleva el título de swiftie hace más de una década. “La energía de Taylor me parece una locura. Incluso después de varias horas de concierto cantando, bailando y usando zapatos de taco ella no hace alusión a estar cansada o algo parecido. Tiene una sonrisa de principio a fin y se nota que hace cada performance con nada más que amor y pasión por el arte y el público”, explica Catalina. 

A pesar de que la euforia se mantuvo en su punto más alto durante todas las presentaciones, un momento culminante sobresalió cuando Swift sorprendió a la audiencia al interpretar, de forma acústica, dos canciones que originalmente no formaban parte del setlist. En el primer concierto, tocó una versión en guitarra de "The very first night" del álbum Red (Taylor’s Version) y una en piano de "Labyrinth" de Midnights. En el segundo espectáculo, como parte de la celebración por el reciente lanzamiento de 1989 (Taylor’s Version), la artista desbloqueó nuevas joyas musicales, cantando "Is it over now?" con un toque adicional de un mash-up con "Out of the woods". Además, en piano, entonó "End game" de Reputation, aún pendiente de regrabación. Para cerrar el último show, seleccionó "Better Than Revenge", un clásico de Speak Now, y "Slut!" también perteneciente a 1989 (Taylor’s Version).

El desenlace de cada performance cumple con su objetivo: transformar progresivamente el estadio en una pista de baile. La culminación de los tres espectáculos, sin modificaciones en la lista de canciones ni en su secuencia, estuvo marcada por Midnights, el álbum lanzado el año pasado que nos llevó a través de una odisea pop. Al ritmo de "Karma", y con un despliegue de luces, fuegos artificiales y una lluvia de papeles de colores, el concierto llega a su fin. "Me sentí lleno de felicidad. Siguiéndola hace tantos años, fue irreal poder festejar cada era con sus hits y sus canciones más emocionantes", menciona Máximo. "Me fui del último concierto repleta de emociones. Me puso muy contenta sentirla tan feliz en Argentina. Sé que va a volver pronto. Cada peso que puse por esta experiencia valió la pena", añade Luisa.
 

Cuando la multitud grita...

A lo largo de las funciones, la misma artista quedó sorprendida por la efusión de sus miles de seguidores. Al concluir uno de sus éxitos en el primer show, se quedó atónita al escuchar los gritos de la audiencia. "¿Dónde han estado toda mi vida? Estoy viviendo una experiencia increíble", exclamó emocionada al percatarse de que los espectadores argentinos coreaban su nombre. “Los momentos más memorables del show, sin dudas, fueron los ‘breaks’ que se tomaba para expresar todo el amor por los fans. Ya de por si los argentinos tenemos un ego muy grande, pero que hermoso es que nos digan que somos el mejor público, siempre. Que somos muy cariñosos, amables, agradecidos”, cuenta Luisa. “Tal vez, para nosotros es algo tan obvio, y lo damos por sentado, pero no es así alrededor del mundo. Más estando en una situación en la que escuchamos tan seguido la frase ‘que país de mierda’, que alguien del exterior nos recuerde nuestra calidez es algo muy satisfactorio”, suma.

Pero, ¿cuál es el origen de esta devoción por Taylor? La conexión entre la cantante y sus seguidores va más allá de la música, arraigándose en la vulnerabilidad que Swift comparte a través de sus composiciones. A través de sus letras, los admiradores descubren narrativas melódicas y espejos de sus propias experiencias. La habilidad de la artista estadounidense para expresar las complejidades del amor, la pérdida y la superación resuena de forma íntima, estableciendo un vínculo emocional que trasciende la simple admiración. "Su música me acompaña todos los días de mi vida; su discografía es tan amplia y abarcativa que siempre encontrarás una canción que se ajuste al momento de la vida que estés atravesando o a tu estado de ánimo del día", reflexiona Valentina, y continúa: "Creo que eso es lo distintivo de ella, que escribe desde la experiencia y la emotividad, lo que hace que todos se sientan incluidos en su mundo y que no están solos".

Su éxito se fundamenta en su autenticidad y fidelidad a sí misma, rompiendo con las normas de la industria que suelen prescribir un camino más convencional hacia la fama. "Para mí, es un modelo a seguir porque logró el éxito siendo completamente genuina y fiel a sí misma, a sus preferencias, intereses y emociones", analiza Gonzalez. "Estamos muy acostumbrados como sociedad a presenciar el triunfo de artistas, o incluso de personas en otros ámbitos, a través de la creación de obras más bien 'mainstream', que ofrecen al público lo que desean escuchar". Es un vínculo va más allá de la música; y nace propiamente en la aceptación. "Es una intérprete que desafía cualquier estereotipo y adopta la feminidad que a menudo estigmatizan como 'ingenua'. Le gusta el rosa, disfruta de los brillos, llora por amor, ¿y qué?", expresa.

Más allá de ser simplemente una ídola musical, Taylor se revela como una narradora de historias y creadora de momentos compartidos. Durante estos tres días, la complicidad entre la artista y su audiencia alcanzó niveles inimaginables. "Realmente se percibe que le importa la experiencia de los fans y que sea inolvidable para todos, y, sin dudas, lo logró", detalla Waldman. Siguiendo esta misma línea, Gulich añade: "Me siento tan agradecido de haber podido vivir algo así". Entre risas, concluye: "Afortunadamente, ya aseguré entradas para verla en Alemania el próximo año, porque nunca hay suficientes fechas del Eras Tour en la vida de las personas".

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