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¿Comer vs nombrarse? La falsa dicotomía del lenguaje inclusivo

El gobierno prohibió el lenguaje inclusivo en el Estado y generó una lluvia de críticas de cientos de organizaciones de Derechos Humanos. ¿Cuánto pesa la identidad y por qué aseguran que son medidas distractorias para lo que realmente importa? En esta nota algunas reflexiones al respecto.   

¿Comer vs nombrarse? La falsa dicotomía del lenguaje inclusivo

Esta semana el presidente Javier Milei ordenó prohibir la utilización del lenguaje inclusivo en la administración pública y la decisión fue comunicada por el vocero Manuel Adorni. “Se va a proceder a iniciar las actuaciones para prohibir el lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género”, informó el funcionario.

“No se va a poder utilizar la letra “e”, el arroba, la “x”, puntualizó el portavoz y agregó que se evitará en la redacción de documentos públicos “la innecesaria utilización del género femenino”.

A raíz de estas declaraciones el repudio a través de las redes sociales fue contundente y organizaciones feministas, sociales y del colectivo LGBTQ se pronunciaron en contra.

Para tratar de entender qué significa y cómo impactan estas noticias en el mundo en donde la “e” es un universo propio, hablé con Juana Molinari, co-fundadora de la organización joven transactivista "El Teje". 

OJOS QUE NO VEN

La discusión respecto al lenguaje no sexista es de los debates más picantes y reaccionarios dentro y fuera de las redes sociales. Cómo hablamos y qué decimos cuando decimos forma parte de un mundo inmenso e infinito de posibilidades y significados.

La forma de hablar nunca permaneció estática en nuestra historia y es un reflejo claro de que la cultura que se expresa a través del lenguaje, es la que se modifica y lo modifica. La Real Academia Española, por ejemplo, que es el ente regulatorio de las palabras, agrega año a año nuevos modismos y significados que salen de un idioma que está vivo y cambia constantemente. 

Si bien por ahora el universal en nuestra lengua es el masculino, el ser humano, el hombre, los médicos, los chicos, los alumnos, todo lo que integre a personas, siempre tiene a la "o" como regla general, durante la última década eso cambió.

Así como se modifica la cultura, se transforma cómo esa cultura se reproduce. El espacio para los derechos humanos llegó junto con los movimientos feministas al terreno de lo mainstream y fue coronado con una Ley de Identidad de Género que explica, entre muchas otras cosas, la importancia de una identidad consentida.

“El lenguaje inclusivo le da la posibilidad a muchas personas de representarse, pensarse y existir. De nombrarse como se identifican y dejar de ser lo que la norma dice que debemos ser. Una normativa que establece cuáles identidades de género son aceptables y cuáles no. Las identidades no binarias demuestran que la realidad no es tan rígida y estructurada como se pretende al hablar cuando se habla de normalidad. Lo único que generan estas cosas es ocultar la violencia que ejercen las normas de género”, explica la entrevistada.

El lenguaje inclusivo no existe solo sino que viene con un pack de otras medidas que fueron terreno ganado hasta hoy y que justamente hoy también se ponen en juego. La Educación Sexual Integral, el matrimonio igualitario, el aborto legal son otras de las conquistas que peligran y que tienen como puntos en común al empoderamiento de las mujeres, de las disidencias y de las infancias.  

La importancia del lenguaje, entre muchas cosas, está atada a la posibilidad de saber y además de nombrarse. Si eso no sucede, hay una gran parte de la historia que no se verá reflejada. “Hace años que el colectivo viene luchando para lograr la visibilidad que necesitamos para que se nos incluya dentro de políticas públicas y no vamos a dar marcha atrás con los derechos ya conquistados. No van a logran silenciarnos ni invisibilizarnos otra vez”, agrega.

COMER VERSUS NOMBRARSE

El debate del lenguaje inclusivo o no sexista tiene muchas vertientes y una de ellas se centra en la crisis. Dentro y fuera de los movimientos peronistas la puja entre la importancia y centralidad de políticas públicas que avancen en los derechos del colectivo LGBTQ fue y es clave.

“Cuando el pueblo tiene hambre no hay derechos individuales que importen”, sostienen quienes creen que la cuestión material se encuentra por sobre el resto, en una década en la que el idioma sirvió para incluir y también para bajar línea. Porque cuando alguien dice “todes”, dice mucho más que eso. La letra “e” está directamente vinculada a la perspectiva de género, mirada del mundo enemiga específica de La Libertad Avanza.

“En cierto punto siento que lo hacen para distraer y en otro, están haciendo lo que dijeron que iban a hacer. Cuando ganaron las elecciones ya sabíamos que iban a venir por nuestros derechos, qué es la única forma en que mujeres y disidencias entramos en las agendas de la derecha”, sostiene la activista.

La famosa “batalla cultural” funciona como cortina de humo pero a su vez es, en definitiva, uno de los postulados que LLA busca destruir (sic). “El lenguaje inclusivo desafía sus concepciones tradicionales y binarias de género, así como su versión dominante de la historia. La discusión de la identidad pone en duda las estructuras de poder patriarcales y heteronormativas en las que se basan, lo que amenaza su posición de dominio y control sobre las identidades y narrativas históricas. Además, la visibilidad y el reconocimiento de nuestras identidades desafía su agenda de perpetuar la opresión de género”, agrega.  

El plan parece perfecto, utilizar la “ideología de género” como distracción para aplicar medidas económicas en paralelo, confundir y lograr el cometido sin demasiado margen de error. Pero gran parte de las bases de los electores de La Libertad Avanza se sostiene también por el odio hacia las mujeres y minorías. Fue ese eje, de hecho, pilar de la campaña presidencial.   

“Deja de ser una distracción y se convierte en una decisión para cumplir el objetivo de excluirnos de una economía falogocéntrica y cerrada en la que creen las derechas conservadoras y opresoras”, analiza Juana.

LOS DOS A LA FINAL

Si bien la batalla de lo simbólico (la palabra) en contraposición de la crisis económica sucede como un debate interesante para desarmar, la idea de poder llevar a cabo ambas cuestiones acabo parece ser una salida posible.

La línea que sostiene que una se encuentra por sobre la otra confunde a un país entero que tiene una de las historias de Derechos Humanos más contundentes y precisas de todo el planeta. La identidad no es sólo una cuestión queer y Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo lo saben. 

De hecho, a la hora de establecer políticas públicas que mejoren la calidad de vida de la población, la necesidad de tener un nombre para poder no solo identificarte sino a su vez redactar proyectos, es imperiosa.

“Prohibir nuestro lenguaje limita la capacidad del Estado para abordar las desigualdades de género y promover la equidad, lo que puede afectar negativamente las políticas y programas destinados a proteger nuestros derechos. Esta medida también envía un mensaje regresivo en términos de derechos humanos y puede contribuir a un clima social menos inclusivo y respetuoso”, finaliza.

En un país hundido en la más profunda crisis económica contemporánea, parece casi utópico pensar en qué idioma nos contamos, pero a su vez quiénes somos y cómo nos relatamos es parte de nuestra historia. 

Las mujeres y las disidencias somos seres activos política, jurídica y socialmente desde hace ya muchas décadas, detener ese avance con prohibiciones y censura sólo perpetúa una disputa que parece no tener fin. Pese a quien le pese, la adaptación a nuevas formas sociales es una característica evolutiva positiva e indetenible.

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