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Agarrate Catalina vuelve a La Trastienda: el calor de lo comunitario y el éxito como un misterio que esperan no resolver

La murga uruguaya regresa al escenario porteño que marcó su historia, con un show íntimo y emotivo que repasa su trayectoria, sus procesos creativos y el reciente impulso generacional que dejó su colaboración con Milo J.

Agarrate Catalina vuelve a La Trastienda: el calor de lo comunitario y el éxito como un misterio que esperan no resolver

Agarrate Catalina se prepara para regresar a uno de los escenarios que más siente propio: La Trastienda. Para la murga uruguaya, ese espacio porteño no es solo un lugar para cantar, sino un refugio emocional, el punto donde la intimidad y la cercanía con el público se vuelven un insumo creativo y una caricia al alma. “La Trastienda es una casa para nosotros”, afirma el director de la murga, Yamandú Cardozo, con una mezcla de nostalgia y entusiasmo. “Nos acompañó desde el principio, nos ayudó a crecer, y además es el espacio perfecto para estas cantarolas: necesitamos al público cerca, respirando con nosotros”.

La relación con Argentina fue determinante desde el primer desembarco en 2005. En Uruguay, la murga tenía sus límites naturales: pocas actuaciones, un circuito más acotado. Cruzar el charco abrió un territorio inmenso. “Si no hubiéramos venido a Argentina, capaz que nunca hubiéramos podido dedicarnos profesionalmente a esto”, reconoce Cardozo. Lo que pasó después fue inesperado, incluso para ellos: una identificación inmediata y una adopción mutua que dió espacio a una extensa relación. “Acá siempre nos trataron como artistas locales. Es que somos muy parecidos: dos pueblos con heridas y con alegrías que se espejan”, comentó el director.

Aun así, detrás del parecido hay un misterio llamativo que esperan no resolver. El vínculo les permitió llenar salas que nunca antes habían recibido a una murga uruguaya, conquistar públicos diversos y sostener una trayectoria que no solo se explica por la música, sino por un modo particular de mirar el mundo.

La Catalina nunca buscó fórmulas. “Lo que pasa con nuestra murga es singular y, sinceramente, preferimos no descifrarlo del todo. Cuando encontrás la receta, te arriesgás a fotocopiarte”, reflexiona Cardozo. El motor creativo, asegura, es siempre emocional: “Yo escribo llorando, riendo, con bronca. Después, cuando la emoción se calma, aparece la canción. No queremos dar cátedra; queremos conversar, hacer editorial de ese problema que padece y atraviesa el barrio”.

Esa poética, que combina ternura, enojo y humor con una mirada social profunda, es parte del éxito de la murga desde hace dos décadas. Cantan desde el lugar de la gente común, con las contradicciones propias del que vive la época mientras la cuenta. Desde la murga entienden que: “No buscamos esperanza ingenua, pero después de mirar lo que duele, nos gusta dejar una hendija abierta. Algo luminoso, aunque sea chiquito”. Y aun así, luego de atravesar esa montaña rusa de emociones que proponen sus letras, la sensación de cariño y empatía es el resultado y la devolución como un mimo para su público, una pequeña luz que se ve en comunidad. 

Converger sin fronteras generacionales: el vínculo que hoy los acerca a los jóvenes

Entre los hitos recientes que la Catalina atesora está la colaboración con Bizarrap y Milo J. “Cuando nos llegó la invitación pensamos que era un chiste”, admite Yamandú. Pero no lo era: los músicos venían escuchándolos desde chicos. “Ahí entendés que nunca sabés quién te escucha, quién te mira, quién se queda con algo tuyo”.

El cruce generacional fue una revelación. “Milo podría ser mi hijo. Escucharlo hablar de su música, de sus búsquedas, de su sensibilidad, fue hermoso. Me abrió ventanas nuevas”. Y es que existe una semejanza en el mensaje, una necesidad que desde el calor corporal recuerda a su barrio y los lugares que los vieron crecer. 

También rescatan el respeto con el que se armó la colaboración: “Nos dijeron: ‘Queremos que suenen como murga’. Ese cuidado por la esencia fue fundamental. Aprendimos que se puede mezclar universos sin perder identidad, rompiendo prejuicios y fronteras con otros ritmos”.

Con esa mezcla de emoción, humor, memoria y rebeldía que los caracteriza, Agarrate Catalina vuelve a La Trastienda el 19, 20 y 21 de diciembre para reencontrarse con un público que, desde hace casi veinte años, les sostiene la voz y el corazón. “Volver ahí es volver a casa”, repite. Y esta vez, prometen que va a sentirse como la primera vez.

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