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Otro capítulo para un plantel que no podrá sacarse ya la etiqueta de "club de amigos"

Nunca antes un grupo de jugadores le había mostrado tan abiertamente su malestar a un DT de la selección; ras un día de especulaciones y conjeturas, la Argentina debe concentrarse en el partido del martes ante Nigeria
Otro capítulo para un plantel que no podrá sacarse ya la etiqueta de "club de amigos"


"No nos llega lo que decís. Vemos que no podés. Queremos tener opinión". La frase retumbó en la reunión armada en la noche de Moscú del viernes, aunque la enorme mayoría de los presentes ya sabía que ese era el objetivo. Los 23 jugadores presentes y Chiqui Tapia tenían claro para qué estaban allí. Era lógico que el plantel lo supiera: fueron ellos mismos quienes convocaron a Jorge Sampaoli y sus principales ayudantes a hablar. Lo llamativo fue que el presidente de la AFA estuviera al tanto. Claramente, Tapia se encolumnó detrás de la postura de los futbolistas. A Sampaoli ya no lo sostiene nadie.

Si primero Sampaoli no quiso saber nada con el planteo, luego cedió. El día a día, además de convulsionado como estaba, se tornó confuso. ¿Quién arma la formación? Seguramente por consenso. Uno propondrá y los otros corregirán. ¿Y los cambios? Se supone que el técnico seguirá siendo quien desde afuera tome esa decisión.

Lo único claro es la relación rota entre el entrenador y los futbolistas, por lo menos los referentes. La explosión se dio en un momento tremendamente inoportuno, antes de un partido decisivo. Sucede que el hartazgo se produjo en los últimos días, tras las contradicciones, los cambios permanentes, las formaciones que no fueron ganadoras y su exaltación al costado del campo de juego. 

Se trata de un capítulo histórico en la vida de la selección nacional. Nunca antes un plantel le había demostrado tan abiertamente su malestar a un técnico. Nunca, por lo menos, este plantel, que nunca podrá sacarse la etiqueta que carga de "club de amigos". Quizás sí pudo haber sucedido en otra época, pero hoy todo sale a la luz. Todo queda al descubierto. 

La derrota de Islandia le dio una vida a la selección, que ahora debe ganarle a Nigeria y, quizás, especular con la diferencia de gol. No tendría que ser una tarea tan complicada para un seleccionado que llegó a Rusia con aspiraciones. En este contexto, todo parece difícil. Esta posibilidad de clasificación define a la selección: llegó gracias a la tarea ajena, no a la propia. Es lógico, Argentina no hizo nada para evitar el fracaso de la eliminación en primera ronda.
 

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