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Imágenes: visitamos Pripyat a 35 años del accidente nuclear de Chernobyl

En plena pandemia de coronavirus el argentino Agustín Lorenzetti visitó uno de los lugares más radiactivos y fascinantes del planeta y compartió su experiencia con Filo.News.

Imágenes: visitamos Pripyat a 35 años del accidente nuclear de Chernobyl
Visitamos Pripyat a 35 años del accidente nuclear de Chernobyl │Foto: Agustín Lorenzetti

Pripyat fue fundada el 4 de febrero de 1970 para albergar a los trabajadores de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin de Chernobyl y a sus familias. Está ubicada a 150 kilómetros de Kiev, la capital de Ucrania - que en aquel entonces formaba parte de la Unión Soviética- y junto a la central, alojaba a 52.000 personas -entre ellas, 17.000 niños y niñas, la media de edad era de 26 años- que fueron evacuadas recién 36 horas después del comienzo del desastre porque durante las primeras horas el gobierno optó por el secretismo.

Fue el 26 de abril de 1986 que ocurrió la mayor catástrofe medioambiental producida por el hombre: dos explosiones que liberaron una nube radiactiva a la atmósfera que afectó, en distintas intensidades, a trece países de Europa central y oriental: Bielorrusia, Rusia, Ucrania, Escandinavia y gran parte del oeste de Europa.

Existe cierto consenso que 31 personas fallecieron de forma directa por la explosión, pero la cantidad de fallecidos desde entonces por trastornos genéticos, malformaciones de órganos internos y cáncer como consecuencia de la radiación está en disputa con cálculos que ascienden al medio millón. Es que para cuando los soviéticos reconocieron el accidente y decidieron evacuar a las personas y fijar una “zona de exclusión” de 30 kilómetros alrededor de la central, ya era demasiado tarde. 

Lo cierto es que la radiación que hay hoy alrededor del reactor número cuatro de la Central Nuclear de Chernobyl no es la misma que hace tres décadas por lo que se convirtió en un atractivo turístico para aquellos que están intrigados por la historia y por la serie de HBO. Tal es el caso del argentino Agustín Lorenzetti quien viajó en plena pandemia de coronavirus a la ciudad fantasma de Pripyat, posó junto al sarcófago que envuelve el reactor accidentado y contó su experiencia en Filo.News. 

 

Está todo como que se tuvieron que ir de un día para el otro y dejaron todo ahí. Uno ve el escenario y puede imaginarse la vida cotidiana que tenían las personas: los chicos asistiendo al colegio, supermercados con changuitos con productos adentro, un parque de diversiones que no se llegó a inaugurar, juguetes tirados. Es muy loco”, reveló Agustín y es que el día de la evacuación a la población le dieron una hora para hacer la maleta e irse y la obligaron a dejar sus mascotas. 

Visitamos Pripyat a 35 años del accidente nuclear de Chernobyl │Foto: Agustín Lorenzetti

“El lugar es una ciudad fantasma invadida por la vegetación. Solo entra la gente que trabaja allí que son los que están ordenando e intentando limpiar cosas pero va a ser inhabitable por al menos veinte mil o cincuenta mil años más”, continuó el argentino en Ucrania. Cualquier empleado dentro de la zona está solamente permitido que trabaje allí por un cierto tiempo (desde un día hasta un mes). La duración de los turnos está estrictamente contada observando los aspectos de la salud y la pensión de la persona. 

 

El territorio está fuertemente contaminado con radiactividad. Puntos con contaminación extremadamente alta fueron creados no solo por el viento que transportó polvo radiactivo en el momento del accidente, sino también por numerosos enterramientos de materiales y equipamiento contaminados. Las autoridades de la zona ponen mucha atención en proteger esos puntos de los turistas, recogedores de chatarra e incendios forestales, pero admiten que algunos enterramientos continúan sin ser localizados y conocidos solo por las recopilaciones de los liquidadores.

“Cuando entrás te dicen que podés estar entre 5 y 8 horas máximo ya que por más que la radiación hoy sea baja sigue habiendo puntos donde está muy complicado”, contó el joven y destacó que las autoridades locales, con el objetivo de garantizar la seguridad de los visitantes, indican a todos asistir con pantalones largos, remera con manga larga, medias, botas, guantes y si se quiere orejeras y máscara o cubrebocas. Es decir, mantener expuesta al aire la menor porción de piel.

Radar Duga, lo primero que ves al entrar a la ciudad
Radar Duga, lo primero que ves al entrar a la ciudad

La entrada tiene un valor de 180 euros de base, pueden asistir entre 40 y 50 personas por día y solamente sábados y domingos. La edad mínima para entrar es de 18 años. “Salís de Kiev y son dos horas y media de viaje aproximadamente. Tenés que pedir permiso unos días antes y tenés que ir con el pasaporte para que te lo sellen. Es un lugar militarizado donde ves los tanques y los soldados que te apuntan con cara de malos”, destacó Lorenzetti y explicó que al ingresar tenés que atravesar tres check points (puntos de control) donde “se fijan que estés bien de salud” y te dan un medidor colgante que controla tu exposición a la reactividad -el enemigo invisible- y un dosímetro que marca la radiación en distintos lugares. Es una imposición del Gobierno para hacer estadísticas sobre la cantidad de radiación que reciben los visitantes.

“Lo normal es que la lectura del dispositivo de seguridad sea 0,3 de radiación pero había lugares donde lo apoyabas y se iba a 25 o 60 y empezaba a sonar una alarma que parecía que iba a explotar todo”, resaltó Agustín en diálogo con Filo.News.

 

Pripyat se ha convertido en un santuario donde la naturaleza y la vida salvaje han retomado sus dominios: “En los noventa hicieron un experimento llevando animales, como perros salvajes, caballos y burros. Los dejaron ahí y la gran mayoría no sobrevivió. Hay algunos caballos en las afueras. Se cruzó uno y era rarísimo. No sé cómo describirlo... petiso, cabezón, no era muy normal", contó Lorenzetti sobre su visita.

Animales que viven en la zona de exclusión de Chernobyl

"Sí hay banda de perros que son alimentados por la gente que trabaja ahí pero te prohíben tocarlos por la cantidad de radiación que tienen por vivir ahí y porque toman agua contaminada", reveló. 

Visitamos Pripyat a 35 años del accidente nuclear de Chernobyl │Foto: Agustín Lorenzetti

En su visita a la zona de exclusión de Chernobyl Agustín Lorenzetti visitó un colegio, las ruinas del Hospital 126, el parque de atracciones que jamás llegó a inaugurarse -su puesta en marcha estaba prevista para el 1 de mayo de 1986-, la plaza Lenin, el Hotel Polissya, la piscina "Lazurny" - que siguió abierta durante años después del accidente al convertirse en una zona en la que los liquidadores trataban de relajarse y socializar después del trabajo-, el supermercado Univermag, el cine Prometheus, un café portuario y otras tiendas de la ciudad de Pripyat y edificios donde hoy han crecido varios árboles que amenazan con sepultarlos. 

El Hotel Polissya: uno de los edificio más altos de Pripyat, y uno de los símbolos del desastre nuclear
El Hotel Polissya: uno de los edificio más altos de Pripyat, y uno de los símbolos del desastre nuclear
La piscina "Lazurny"

"Solamente ves cosas destruidas. Todas cosas nuevas pero destruídas. Tan corroídas y oxidadas que parece que pasaron 100 años", aseveró el joven que también avistó tanques, camiones, garras y robots -como el "Joker"- que fueron enviados para limpiar Chernobyl y murieron casi inmediatamente. "No soportaban la radiación y explotaban las computadoras", detalló. 

Zona donde colocaron los tanques, garras y robots de limpieza de la explosión
El parque de atracciones que jamás llegó a inaugurarse

Por último rodeó el famoso reactor 4: “Te dejan bajarte 30 minutos cerca de esa zona para sacarte una foto. En realidad al reactor en sí no lo ves porque está cubierto por un sarcófago de 36.000 toneladas de acero porque sigue irradiando. Es la segunda cobertura que le hacen aunque esta vez dicen que va a durar 100 años”. 

El accidente se inició en el reactor número 4 de Chernobyl, vecino a la ciudad de Pripyat. 

Antes de retirarse del tour Agustín tuvo que atravesar nuevamente tres check points de seguridad donde esta vez le controlaron la radiación. “Te sacás las prendas que estuvieron al aire libre y las controlan con una máquina. Después pasás por otra máquina donde ponés las dos manos y la frente y si se pone verde las tres veces te podés ir", explicó. 

"La impresión que te llevás es que esto no está solucionado. Dicen que no pasa nada, que la radiación va disminuyendo, pero cómo asegurás que no se contaminan las napas o que el viento no lleva la radiación a otros lados por fuera de la zona de exclusión. Lo cierto es que Chernobyl es un problema que aún no está resuelto, solo se pospuso", concluyó. 

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