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Diario de un médico día 3: “Nos imaginamos que todo puede ser peor en horas, días”

Un infectólogo de un hospital público de La Matanza escribe, detrás de los barbijos, su batalla frente a la pandemia.

Diario de un médico día 3: “Nos imaginamos que todo puede ser peor en horas, días”

Los días de pandemia son largos. Las muchas llamadas, pacientes, charlas, pero a su vez cortos. Estamos preparados para la certidumbre. Los equipos de salud (Aún más los médicos) nos formamos en la certidumbre. Entre protocolos, libros y artículos científicos. Hoy esa incertidumbre ese pre calentamiento ese momento antes de la cita que tanto esperaste esa tensión antes de la entrevista del laburo que buscas, esa sensación es constante. Se torna insoportable.

Muchos compañeros escriben sus crónicas. Cada uno busca la mejor manera de llevarlo. Eugenia escribe en su Facebook: “¿Exagero o subestimo?” Es eso no lo sé. No lo puedo contestar. Todos nos preguntamos lo mismo.

Al salir de mi casa, encontré un dibujo que decía: “Gracias por cuidarnos del coronavirus. Tranquilo doctor, nosotros nos quedamos en casa”. Firman Tato y Emi. Seguramente serán vecinitos. Vecinos como los que todos los días se juntan en casa a las 21hs y aplauden. Yo no salgo por pudor, porque no sé qué hacer porque no creo que deban aplaudir ni agradecer, pero entiendo el gesto, el amor.

Esa imagen, la del dibujo se contrasta con la de las ambulancias esperando en la puerta del hospital. Una traslada a nuestro paciente de Madrid, el que está en un respirador, pero hay cuatro.

El día seguirá con imágenes. Muchas de ellas vistas a través de mascarillas, pasillos vacíos, salas de esperas con consejos que nadie recepciona. Los equipos de salud se siguen formando. La capacitación es continua. Miro por el laringoscopio. Ubico las cuerdas vocales de un muñeco que hace de simulador para entrenamiento. Pongo el tubo y me quedo con esa imagen. Los tratos tensos de ayer parecen más relajados. No estamos más relajados. Es que nos damos cuenta que todos debemos bajar, empezar a comprender la angustia, el temor, y la ansiedad del otro y acompañarnos.

Me encuentro junto a compañeros de diferentes especialidades practicando intubación. Viendo cómo debemos hacer funcionar un respirador. Hoy siento miedo. No del coronavirus, sino de no estar a la altura de ese momento. Siento miedo a que los insumos no alcancen, las camas no alcancen, los esfuerzos no alcancen.

Los ojos de mis compañeras de farmacia se transforman en los míos. Estamos todos ante algo que no podemos prever. Debemos prever lo que imaginamos, pero hoy no vemos.
Estamos llenos de sentimientos encontrados. En el medio el reloj corre. Los pacientes vienen. Nos imaginamos que todo puede ser peor en horas, días. Pero eso es imaginación. Es desvelo. Es planificar. Mientras tanto, estamos rodeados de imágenes.

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