Se cumplen diez años de la muerte de uno de los cantantes de cumbia más populares y queridos de las últimas décadas: Leo Mattioli.

Su camino fue el del héroe de la música popular: ascenso rápido, el frenesí del éxito, adicciones, un accidente de auto que casi lo mata, el amor de su público y la muerte temprana.

Terminó la primaria y en la secundaria duró una semana, hasta que lo expulsaron por mala conducta. Enseguida empezó a trabajar. Cuando tenía quince años se fue a vivir con dos prostitutas, porque la madre lo había echado de la casa.

El carisma de Leo se impuso enseguida. Un locutor lo bautizó como “el león santafesino”. Tenía todo para ser una gran estrella de la cumbia romántica.

En la madrugada del 15 de enero de 2000, perdieron la vida dos músicos del Grupo Trinidad en un accidente de tránsito. Volvían de una gira por el norte de la provincia de Santa Fe. Leo Mattioli quedó en estado crítico. Lo operaron y estuvo al borde de la muerte.

El león escribía sobre lo que conocía, sobre las cosas que le pasaban. Por eso, la identificación con el público era total. La respuesta, mis queridos, es el amor. Ay, amor.

Colaboró con los afectados por las inundaciones de Santa Fe. Compró y repartió colchones entre los inundados santafesinos en 2003. En diciembre de ese año, y con solo 31 años, Leo Mattioli empezó una seguidilla de problemas de salud que nunca iba a terminar.

El 7 de agosto de 2011, dos años después de salvarse casi milagrosamente, el cuerpo le dijo basta. Leo estaba en un hotel de Necochea, y el corazón ya no aguantó.