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Ciencia #Salud

Camas que se hamacan: ¿un posible tratamiento para el insomnio?

Un nuevo estudio sugiere que balancearse a ritmo constante durante toda la noche mejora la cantidad y la calidad de horas de sueño.  

Camas que se hamacan: ¿un posible tratamiento para el insomnio?

Existe algo casi intuitivo en el acto de hamacar a un bebé en su cochecito o en la cuna cuando le cuesta dormirse. Tal vez sea un último, desesperado intento de padres y abuelos agotados, repetido de generación en generación sin ninguna justificación lógica, o tal vez lo hayamos aprendido de nuestra propia experiencia al recostarnos, por ejemplo, en una hamaca paraguaya: ese movimiento oscilante, lento pero regular, parece contribuir a que olvidemos de manera provisoria nuestras preocupaciones terrenales y podamos conciliar más rápidamente el sueño.

Aunque nuestras intuiciones suelen chocar de frente a cada rato con una realidad que rara vez les da la razón, dos nuevos estudios publicados en la revista Current Biology y llevados a cabo por científicos de la Universidad de Ginebra parecen confirmar, en este caso, la percepción cotidiana: un movimiento oscilante similar al de la hamaca contribuye no sólo a dormir de manera más profunda e ininterrumpida sino, también, a una mejor consolidación de la memoria (que es una de las tantas funciones importantes del sueño).

En el primer experimento, 18 humanos adultos fueron invitados a dormir en un laboratorio mientras se escaneaba su actividad cerebral con diversos métodos, durante tres noches consecutivas. La primera fue para que se acostumbraran al espacio; durante la segunda durmieron en una cama que se hamacaba suavemente y, en la tercera, en una cama normal.

Según el trabajo publicado, el objetivo fue verificar cómo una “estimulación rítmica sensorial continua aplicada de manera ininterrumpida durante la noche podría afectar la arquitectura del sueño y las oscilaciones cerebrales relacionadas” y, además, corroborar si ese potencial efecto sobre el sueño podía ser atribuido a la “inducción de las oscilaciones cerebrales” (un término técnico que se conoce, en inglés, con el nombre de “neural entrainment”).

Y, en efecto, los autores del trabajo observaron que los sujetos experimentales se durmieron más rápidamente y durante más horas seguidas cuando lo hicieron en la cama-hamaca. Para testear la influencia en la consolidación de la memoria, se les pidió a los participantes que memorizaran pares de palabras la noche anterior, y, a la mañana siguiente, se les preguntó si recordaban esos pares. Los hamacados respondieron mucho mejor que los no-hamacados. 

Como ocurre siempre en ciencia, una vez que uno observa un fenómeno es necesario proponer algún tipo de explicación. Y lo que postularon los autores del trabajo es que los movimientos oscilantes externos afectan, de una manera no del todo determinada, las oscilaciones del cerebro durante el sueño. En particular, ese movimiento cadencioso y regular logra sincronizar ciertas oscilaciones cerebrales características del sueño no REM (las oscilaciones lentas y el huso horario) de modo tal que muestran una ocurrencia cíclica. Según los autores, esto podría deberse al ya mencionado proceso de inducción (entrainment), esto es, a la capacidad de un estímulo sensorial externo de sincronizar oscilaciones internas del sistema nervioso central.

Si bien los autores reconocen que el mecanismo neuronal exacto no fue descripto aún, sugieren, basándose en otro estudio publicado en la misma revista, que el sistema vestibular (ubicado en el oído interno y relacionado con el equilibrio) podría estar cumpliendo un rol protagónico.

¿Cómo llegaron a postular esta hipótesis? Trabajando con un modelo clásico para la investigación neurocientífica: los ratones. También en el caso de los ratones el movimiento oscilante funcionó para alcanzar más rápidamente un sueño más duradero, aunque, a diferencia de los humanos, no fue más profundo. Pero lo más interesante es que aquellos cuyo sistema vestibular funcionaba deficientemente no mostraron ningún efecto particular a los movimientos oscilatorios externos. Lo cual sugiere, desde ya, que algo de ese sistema resulta fundamental para que el cerebro responda al estímulo oscilante externo.

Sin dudas el tema se seguirá estudiando para comprender con mayor precisión cómo es el mecanismo neurofisiológico de acción y, en base a eso, poder idear posibles aplicaciones terapéuticas. No es menor para un mundo donde los trastornos del sueño escalan al nivel de una epidemia. 

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