En esta nota hablamos con la vocalista de Eruca Sativa, Lula Bertoldi, y el neurocientífico Adolfo García sobre la serie "Impulso sonoro" y la relación entre la música y nuestro cerebro.
"El contacto permanente con la música estimula y fortifica nuestro cerebro y nuestro corazón. La luz que nos dan las ciencias nos sirven para entender estos procesos, que son un camino necesario para comprender nuestra identidad". Bajo esta premisa es que se desarrolla "Impulso sonoro", una serie documental que explora la relación permanente entre la música y la ciencia, pasando desde la física y las matemáticas hasta las neurociencias.
Lula Bertoldi, guitarrista y cantante de Eruca Sativa, es quien nos lleva e introduce, episodio tras episodio, en este camino que da a conocer como la música nos transforma, nos vincula y nos da pertenencia. Con la ayuda de científicos e investigadoras, cada uno desde sus diversas áreas, la serie explora las melodías, los ritmos y las armonías, qué le sucede a nuestro cerebro con la música e incluso por qué y cómo escuchamos música.
Para conocer un poco más del tema, en esta nota hablamos, por un lado, con la conductora del programa Lula Bertoldi sobre su experiencia con la música y, por otro, con el Dr. Adolfo García, asesor de contenidos neurocientíficos, sobre el tema que da comienzo a la serie: la música y el cerebro.
Tanto la música como la ciencia forman parte de nuestra cultura y, como tales, son fundamentales para el conjunto de la sociedad: ayudan a moldear la forma en que vemos el mundo, nos conectan con otros y constan de un lenguaje propio que permite que personas en distintas partes y distintas épocas puedan crear fragmentos de algo más grande que todos y todas podemos usar, compartir y disfrutar.
En el primer episodio de Impulso sonoro lo que se explora es, en particular, el vínculo entre la música y las neurociencias. Es en ello que llegamos a entender la música desde un lugar lúdico, cómo una melodía puede desencadenar recuerdos e incluso su funcionamiento como neuroprotector frente al envejecimiento cognitivo.
Pero vamos de a poco: el Dr. García, que antes de ingresar a la academia estaba en camino a devenir músico profesional, es ahora Director del Centro de Neurociencias Cognitivas de la Universidad de San Andres, Senior Atlantic Fellow del Global Brain Health Institute de la Universidad de California en San Francisco, Investigador del CONICET y de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile, y asesor de contenidos de la serie.
Una de las primeras cosas de la que nos habla tiene que ver con los patrones rítmicos. Vos ponés una canción en tu celular y una de las primeras cosas básicas que empiezan a suceder es que la música, como estímulo externo, tiene que ingresar a tu cabeza por el oído, activando de esta manera lo que se llama corteza auditiva, "vas a percibir primero que nada que eso es sonido". Después, agrega, van a haber procesos más complejos que van a decirle a tu cabeza "ok pero no es cualquier sonido, no es una silla que se cayó, no es un perro que ladra, no son palabras".
Se empiezan a desencadenar, entonces, ciertas características del estímulo musical que ponen en juego distintas dinámicas: "Primero va a haber patrones rítmicos. Y una de las primeras cosas que va a hacer tu cerebro, esto es inevitable, es parte de como funciona nuestra biología, es que los ritmos de tu biología (el ritmo cardíaco, el ritmo de ciertas oscilaciones cerebrales) se van a acoplar un poco al ritmo de la música. Es decir, tu organismo va a empezar a resonar y organizar su actividad en función de esa periodicidad de la música".
Es más: si vos ves esos patrones rítmicos del organismo en tres o cuatro personas separadas, individualmente, cada uno de ellos tendrá un patrón muy diferente. Ahora bien, si esas tres o cuatro personas escuchan al mismo tiempo una pieza musical, sus ritmos biológicos individuales empiezan a parecerse un poco más. El ritmo de la pieza musical los alinea a todos.. "La música tiene esto de comunión, y no es solamente una cuestión cultural ni es una metáfora, realmente hace que nuestros organismos empiecen a 'resonar' un poquito más parecido", sostiene García.
Lula Bertoldi habla de esta conexión con otros a través de la música desde su arista más social. Para ella, existe una necesidad de expresar injusticias o causas que nos atraviesan tan fuertemente que llegan a la música. "Necesitamos visibilizarlas a través de nuestro escenario, a través de nuestras canciones y a través de nuestros discos porque son urgentes".
Su banda, Eruca Sativa, conformada junto a Brenda Martin en el bajo y Gabriel Pedernera en la batería, tuvo, al igual que para muchos de nosotros en los últimos años y a partir del Ni Una Menos, un crecimiento personal que estuvo muy alineado al movimiento feminista. "A mi me gustaba más Eruca cuando no era feminista", bromea respecto a algunos comentarios recibidos, y sostiene que Eruca los tiene que representar fielmente sino sería una mentira: "Cuando Eruca nos representa Eruca es honesto".
"Lo social siempre nos atravesó, lo que pasa es que se hizo más evidente en este disco ["Seremos primavera", lanzado a fines de 2019] por el momento histórico, social, por el contexto. Nuestra música es nuestra militancia, abajo y arriba del escenario, y en eso somos mega transparentes".
Por otro lado, el Dr. García habla también de lo que implica aprender a tocar instrumentos. Según cuenta, una de las mejores que le pasó en la vida fue dedicarse a estudiar la guitarra (específicamente, "composición y guitarra") y no en un sentido simplemente "romántico", sino por servirse de ello para entender un montón de cosas del mundo: "Desarrollé disciplina, desarrollé rigor, entendí lo que era ponerse metas, tener desafíos, y lo que es tener ciertos recursos (mis dedos son estos, no los puedo cambiar) y cómo enfrentarme a eso".
Lula Bertoldi, cuyo camino fue más el de una autodidacta, cuenta que aprendió desde chica gracias a distintos factores: uno, que en su casa había mucha música y muchos discos, "mi papá siempre coleccionó mucha música y en casa había acceso a todo ese material pero no a instrumentos"; en segundo lugar, que su abuela materna las empezó a introducir, a ella y su hermana (la también cantante, Marilina Bertoldi), en el mundo del piano.
"Vio que yo no me enganché mucho y dijo 'no voy a claudicar, no voy a abandonar la pelea' y me regaló mi primera guitarra a los 12 años, me pagó mis primeras clases, medio que ahí arranqué, autodidacta, hasta que me encontré con Brenda y con Gabi ya en el 2006 y ellos fueron quienes me tambalearon un poco la estantería".
"Yo ya estaba por recibirme de Licenciada en Relaciones Públicas y me dijeron 'che vos podrías dedicarte a la música tranquilamente'. Yo nunca lo había visto como algo potable eso, ni siquiera me lo había planteado, era como un hobby para mí. Y cuando los conocí a ellos y empezamos dije 'ah, esto es de verdad'". Fue entonces cuando, hace ya 15 años, decidió dedicarse pura y exclusivamente a la música.
¿Qué pasa en el cerebro cuando aprendemos a tocar instrumentos, a hacer música, a componer? García explica que el aprendizaje de un instrumento hace que tengamos que desarrollar ciertos patrones sensorio-motrices muy particulares. "De repente tenés que entrenar a tus manos para que empiecen a desarrollar posiciones y movimientos que no son naturales —nada hay de natural en agarrar el mástil de una guitarra, poner el pulgar detrás, arquear los dedos y moverlos con independencia a la vez sincronizándolos con los movimientos de tu púa—; es antinatural, no es algo que te va a pasar, tenés que hacer que suceda".
En el cerebro, nuestras capacidades motrices dependen de circuitos muy particulares del lóbulo frontal (específicamente, la corteza motora). Esos conjuntos de neuronas, explica, son fundamentales para el movimiento y son específicos para distintas partes del cuerpo. "Por ejemplo, cuando movés la mano, vas a tener mayor actividad de ciertos grupos de neuronas que son específicos para las manos".
"Si vos comparás la corteza motora de un violinista profesional con la de alguien que no es violinista, vas a ver diferencias notables. En el violinista, los circuitos que controlan la mano empleada para pulsar las notas presenta características distintivas: tiene una cantidad distinta de neuronas, distintos niveles de activación y distintas formas de conectividad. La necesidad de coordinar movimientos súper finos, súper delicados, con precisión, a alta velocidad, en escenarios no totalmente predecibles, hace que el cerebro optimice los recursos destinados para ello".
La sustancia gris comprende las zonas del sistema nervioso central en el que predominan los somas o el "cuerpo" de las neuronas, mientras que la sustancia blanca comprende los axones o prolongaciones de las neuronas.
Bertoldi, sobre la dificultad de aprender un nuevo instrumento, sostiene que "es todo difícil o complejo en la medida en que uno se lo plantee". Acá cita a Astor Piazzolla cuando expresó que "hacer música es fácil o imposible", y agrega que podés hacerla o no la hacés directamente, pero "todo lo otro son graduaciones de dificultades".
"Es medio natural hacer música, en la forma que sea. Me parece a mí que en la medida que uno pueda destrabarse un poco la cabeza de filtros, la música tiene que ser un lugar de encuentro con uno mismo. Siento que la música tiene que ser un lenguaje personal, tiene que ser propio, tenés que encontrar la forma de decir las cosas como vos la pensás, como vos la sentís", sentenció.
Finalmente, García habla del potencial de la música para ayudar a nuestro órgano más complejo a mantenerse sano. En esto hay una parte que podría resultarnos más familiar, que es el hecho de que la música puede liberar neurotransmisores como la dopamina, relacionada con las sensaciones de placer; y que la mayoría experimentamos cuando escuchamos las bandas y/o cantantes que más nos gustan, motivan y conmueven.
La vocalista de Eruca Sativa, para quien la música es un medio de vida, sostiene que la misma es hermosa en la medida en que también sea un lenguaje, una forma de llegar al otro, una forma de expresar, de canalizar. "Es un cable a tierra en la medida que no esté castigada por presiones. Y ahí está en ser sabios y sabias de poder hacer que nuestro medio de trabajo sea también algo terapéutico donde canalizar emociones".
La otra parte es que la música tiene propiedades neuroprotectoras. "A partir de la tercera edad se acelera la muerte de células cerebrales. Este proceso es inevitable, pero hay cosas que podemos hacer para reducir ese declive", explica García.
Es decir, existe un conjunto de experiencias que uno puede hacer para evitar que las consecuencias cognitivas del envejecimiento no sean tan marcadas. "¿Cuáles son algunas de esas experiencias? Hacer ejercicio, dormir bien, comer saludablemente... Y hay estudios que muestran que la música puede ser uno de los factores que contribuyen a la reserva cognitiva".
"Yo me pongo a pensar en las cosas que me suceden en la vida cotidiana y tienen un arraigo científico donde vos decís 'ah claro, es por eso que yo siento esto'", señala Lula Bertoldi. "Me parece alucinante poder desentramar cosas que físicamente o químicamente nos suceden a las personas pero que tienen una explicación científica, biológica, neuronal. Lo lindo de los capítulos es que no es una cosa donde hay datos duros, es una cuestión social, biológica, psicológica. Entonces como que es muy lindo poder entenderlo desde ese lugar".
"Yo creo que el mensaje general es que la música es un fenómeno tan complejo y está tan enraizado en la experiencia de lo que hacemos cotidianamente, que es casi inevitable que le eche mano a la totalidad de tu cerebro", concluye García. "Si el cerebro es la usina de tus experiencias, y la música es un desencadenante de llegar a esos distintos recovecos de lo que te pasó, de lo que te puede pasar, de lo que te gusta, lo que no, lo que imaginas, lo que puede ser, no debería sorprendernos de que se desparrame, colonice y eche mano a la totalidad de tus recursos cerebrales".