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Análisis | Oscuro Deseo, erotismo de manual a la mexicana

Netflix sigue sumando series originales y sube la temperatura con un thriller dramático y cachondo que llega desde México.  

Análisis | Oscuro Deseo, erotismo de manual a la mexicana

Con el éxito (y la polvareda que armó) “365 dni” (2020), Netflix demostró que tenía un ávido mercado de historias eróticas para explorar y explotar. Para seguir llenando ese espacio llega “Oscuro Deseo”, thriller dramático mexicano -creado por Leticia López Margalli -que toma el testigo de ‘clásicos’ del género como “Atracción Fatal” (Fatal Attraction, 1987), “Bajos Instintos” (Basic Instinct, 1992) o “Acoso Sexual” (Disclosure, 1994), acá, en forma de serie.

Esta primera temporada de 18 episodios intenta correrse del formato (y la apreciación) telenovelesca para presentarnos una historia más oscura y adulta cargada de misterios y cachondeo. La producción de la casa Argos, en seguida, remite a muchos de sus proyectos como “Las Aparicio” (2015) o “Mirada de Mujer” (1997-2000) en cuanto a su calidad de la puesta en escena, pero aunque pretende demostrar madurez temática y apartarse del melodrama más genérico, no puede escaparle a los arquetipos más gastados y los lugares más comunes que ya fueron examinados en esas mencionadas obras del ochenta y noventa.

“Oscuro Deseo” arranca en un confuso y, aparente, sangriento presente donde la policía y el cuerpo forense irrumpen en la casa de la protagonista: la doctora Alma Solares (MaitePerroni), abogada y profesora comprometida con la violencia contra la mujer. Sin tiempo para hacer conjeturas, el relato salta en el tiempo, seis semanas atrás, donde la señora -esposa del juez Leonardo (Erik Hayser) y madre de la joven Zoe (Regina Pavón)- prepara los últimos detalles de su viaje a Cuernavaca, donde tiene planeado visitar a su amiga Brenda Castillo (María Fernanda Yepes) antes de un seminario.

Alma y Leo llevan dos décadas de casados, pero la pasión parece haberse desvanecido. La mujer está convencida de que su esposo la engaña con su joven y bella asistente, Edith (Paulina Matos), aunque no tiene ninguna prueba al respecto más allá de sus sospechas. Una noche de diversión junto a Brenda (recientemente divorciada) puede cambiarle el ánimo y meterla en más de una disyuntiva al decidir acostarse con Dario Guerra (Alejandro Speitzer), un muchachito de 25 años que la seduce de inmediato.

¿Fantasía o realidad?

Solares intenta convencerse de que este encuentro amoroso no significó nada y se escuda en “Es Solo Sexo”, de ahí el título de este primer episodio. La culpa del engaño pronto se entremezcla con el verdadero disfrute de un anoche de placer, intentando justificarse con el ‘ojo por ojo’. Lamentablemente, el incidente la sigue persiguiendo, primero, en sus propios sueños y fantasías, y segundo, en la figura de Dario, quien parece obsesionarse con ella. El joven mecánico aparece en una de sus clases y siempre está a la mano cuando la señora lo necesita.

Estos pequeños detalles de ‘damisela en peligro’ (como si las mujeres no fueran capaces de cambiar una goma pinchada o, en su defecto, llamar al auxilio mecánico) chocan constantemente con el discurso “feminista y liberador” de manual que la creadora intenta plasmar con sus protagonistas femeninas. Por un lado, nos muestra a mujeres empoderadas, conscientes de su lugar en la sociedad y los preconceptos contra los que deben luchar, pero por el otro inunda la pantalla con los tropos más utilizados del melodrama -la esposa celosa, la joven amante, la mujer madura que se avergüenza de haberse acostado con un hombre mucho menor que ella-, anulando cada uno de los mensajes. Tampoco ayuda la acartonada actuación de los intérpretes, ni las constantes frases hechas que se cuelan en sus diálogos.          

Alma, entre el deseo y la culpa

El clima erótico, o sea, las escenas sexuales -ya sean reales, recuerdos o fantasías-, no dejan de colarse en la narrativa, incluso, cuando no vienen al caso. Este es uno de los obstáculos que tiene que afrontar la trama de suspenso, ligada, en principio, al supuesto suicidio de Brenda tras “Una Última Noche de Pasión”. Después de estos dos primeros capítulos, que poco entienden de sutilezas, “Oscuro Deseo” nos deja volar con la imaginación y hacer conjeturas de cómo se van a cruzar los caminos de los diferentes personajes hasta llegar a ese presente violento.

¿Qué pasó en la casa de Alma? Ahí reside el misterio, pero en el medio tenemos mucho más para asimilar: una hija universitaria que está descubriendo su sexualidad, ávida por los estudios forenses, y alentada por un tío (el hermano de Leonardo) que supo ser un gran criminólogo y, oh casualidad, también tiene un pasado romántico con Brenda. La relación de Leo con su asistente nunca se consuma a la vista del público, dejando la duda flotando en el aire y la sospecha de que Alma (tal vez) puede estar imaginando cosas. Y hasta el azar en sí mismo. La casualidad -como en cualquier obra mal encaminada- juega un papel fundamental en la trama de misterio, llenando huecos y abriendo más cabos para el disfrute del espectador que se pone en el papel de detective.

El elenco a pleno

Este es el aspecto más destacable de “Oscuro Deseo”, un drama que intenta sondear en las complicadas relaciones (amorosas, parentales) de los personajes, sus anhelos, frustraciones y errores, pero todo se nos presenta sobreactuado y artificioso. El aspecto misterioso es el más atrapante de la serie, aunque se desluce constantemente con un torpe planteo sensual plagado de clichés y momentos que, digámoslo, no erotizan a nadie.     

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