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La irresponsabilidad de Nicole y los duros números de la feminización del cuidado

A raíz de las declaraciones respecto a la empleada de la modelo, esta nota. Números fuertes sobre la vulneración de los derechos laborales y la tendencia terrible del estigma del género. Una economista explica por qué pasa lo que pasa y qué podemos hacer para modificarlo. 

La irresponsabilidad de Nicole y los duros números de la feminización del cuidado
Nicole Neumann. (Nicole Neumann.)

Esta semana la modelo Nicole Neumann, fiel desertora de la ciencia y portavoz de  teorías conspirativas bastante extrañas, contrajo coronavirus. Pero no sólo se contagió quien aseguraba que este virus no existía sino que, además, puso sobre la mesa una gran problemática: las condiciones laborales del empleo doméstico.  

Es que sí. Nicole, como bien lo confirmó, contrata a una mujer que limpia su casa y cuida de sus hijes con "cama adentro". Su empleada, que sólo tiene franco una vez cada 15 días, vive con ella y durante esta cuarentena, en la que quedó bastante claro que este tipo de servicios debían pausarse, continuó con su labor.

En el momento en el que le informó a su jefa que perdió el olfato, y al darle positivo, Nicole la envió a aislarse en un hotel. Y si bien las actitudes y decisiones de la modelo resonaron en los medios y fue señalada por su accionar, las condiciones de contratación entre ellas no están claras. Aún así, todo lo sucedido nos sirve como puntapié para hablar del trasfondo de esto que es la feminización de este oficio, la explotación y la desigualdad que viven las personas que trabajan en hogares particulares.     

Para entender un poco qué pasa y cómo esta pandemia profundizó esta problemática, desde Filo.News hablamos con Natsumi Shokida, economista y coordinadora del área de datos de EcoFeminita.

"Las personas que se dedican al servicio doméstico en hogares privados son el sector que más vulnerados ve sus derechos laborales. Por empezar, más del 70% no cuenta con registro de su relación asalariada, no tienen descuentos jubilatorios. Esta precariedad e informalidad se completa con la falta de acceso a muchos otros derechos: no cuentan con vacaciones pagas, aguinaldos, días pagos por enfermedad y obra social", explica la especialista.

"En este sentido, es la rama más afectada, seguida por el sector de la construcción, y a su vez tiene el promedio de ingresos más bajo de toda la economía. Mientras que un 10% de ellas está sobreocupada trabajando más de 45 hs. semanales, un 30% trabaja en 2 o más hogares para poder sumar horas (y con ello más ingresos)", agrega.

Entre todos estos datos escalofriantes, además, tenemos que ser conscientes de uno que es, tal vez, el que refleja con más claridad la desigualdad con respecto a los roles de género: el 98% de quienes se dedican a este trabajo son mujeres. Y además, esas mismas mujeres, tienen hogares e hijos a los cuales cuidar y criar. 

Esa cocinita que le regalamos a nuestras hijas, ese mentiroso instinto maternal que nos inventaron, ese amor por las tareas del hogar inexistente que se repite una y otra vez en nuestra cultura y en nuestros consumos mainstream, tiene este tipo de consecuencias injustas y desequilibradas.  

"El 75% de estas trabajadoras, además, son quienes también se hacen cargo de las tareas domésticas en sus propios hogares. La informalidad que atraviesa el sector, junto con el hecho de que las trabajadoras se desempeñan en hogares privados, hacen que sea muy difícil su organización, sindicalización y por ende que puedan pelear colectivamente y con fuerza por sus condiciones de trabajo", explica Natsumi.

¿Cómo mejorar estas condiciones? ¿Se puede romper con esta precarización de base? La aplicación de políticas de estado que concienticen y controlen este problema, es el camino. Aún así, a corto plazo no resuelven estas grandes diferencias. "Hace varios años se hizo un esfuerzo muy grande por formalizar el sector, y se pasó de un 95% de no registro a un 70%, así que esta invitación a que 'cada empleadore registre a su empleada doméstica' evidentemente no alcanza", comenta la especialista.

Que casi el cien por ciento de las personas que realizan este tipo de trabajos sean mujeres, refuerza el hecho de que las tareas de reproducción y cuidados son mayoritariamente realizadas por este género y no por otro. "El 2% restante, es decir los varones del sector, generalmente son pileteros o jardineros, o sea que también se repite una división sexual del trabajo. Por otro lado, la feminización también se puede ver porque, de todas las ocupadas en el mercado de trabajo, una de cada seis (un 17%) se dedica a esta tarea: es la labor más popular entre las mujeres. Allí se encuentran sobrerrepresentadas, a su vez, las mujeres migrantes", detalla.

A todos esos datos se le agrega un contexto difícil y una pandemia que dejó a miles de hogares sin sus trabajadoras o, en el peor de los casos, muchos de ellos con ellas adentro. Obligadas a trabajar y expuestas a un ir y venir que no sólo no estaba en sus planes sino que además pone en riesgo a toda una comunidad

Según el Ministerio de Trabajo, más de 20.000 empleadas domésticas fueron despedidas en los primeros meses del año y al ser el registro la excepción y no la norma en este sector, indica la economista que se puede intuir que son en realidad muchísimas más las mujeres desempleadas.

"En el marco de la crisis actual, estas trabajadoras se ven mucho más vulneradas: ya sea porque, dadas las relaciones asimétricas y de poder que se generan en los hogares que las emplean, son obligadas a seguir con sus tareas a pesar de la cuarentena decretada, o porque sufren suspensiones sin pago o despidos. Se trata tanto de vulneraciones a su situación económica, que como vimos ya era suficientemente preocupante antes de la pandemia, como a su salud: no hay 'economía' por un lado, y 'vida' por el otro", finaliza Natsumi.

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