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La espera interminable de quienes pasan años sin ser adoptados

De acuerdo con las cifras oficiales, en Argentina a partir de los 6 años las posibilidades de adopción disminuyen a la mitad, agravándose al llegar a los 9 y casi desapareciendo desde los 14.

La espera interminable de quienes pasan años sin ser adoptados
Adopción tardía: reescribiendo el futuro de los niños, niñas y adolescentes

“Es muy difícil adoptar a aquellos niños que soñamos pero que no existen en la realidad. Sin embargo, es muy fácil construir una familia con la cantidad de chicos a la espera de un hogar”, asegura Guillermo Sidoli, psicólogo especialista en políticas públicas de la Niñez, Adolescencia y Familia y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Entre opiniones divididas sobre su eficacia, los plazos prolongados y los desafíos que van desde la aceptación hasta las complicaciones burocráticas, el sistema de adopción en Argentina experimentó una evolución notable. No obstante, perdura la percepción arraigada de que este proceso implica un recorrido lleno de curvas cerradas y obstáculos insuperables.

Conforme a los últimos datos proporcionados por UNICEF Argentina, en el país hay alrededor de 2.200 niños, niñas y adolescentes en situación de adoptabilidad. Y cerca de 2.500 familias inscriptas aguardando a ser llamados por el juzgado. Pero a pesar de que las cifras se asemejan, los jóvenes, en su gran mayoría, pasan por un promedio de 3 a 4 años a la espera de una respuesta. Lo cual lleva a cuestionar la situación: ¿Donde emerge la falla?. La respuesta reside en las intenciones adoptivas de la sociedad. Las cifras revelan que a partir de los 6 años, las chances de ser adoptados disminuyen a la mitad, agravándose al llegar a los 9 y casi desapareciendo desde los 14.

Históricamente, las parejas y familias argentinas demostraron una preferencia por adoptar a niños en su etapa más temprana. “Tenemos un concepto erróneo de la adopción”, advierte el profesional. “El 92% de los postulantes se inscriben en los registros para tomar bajo custodia a chicos de 0 a 2 años, sin ninguna enfermedad o patología y sin hermanos”, explica Sidoli y prosigue: “Esto se traduce en que la comunidad entiende este proceso como un reemplazo de la maternidad y paternidad biológica, asumiendo la vía adoptiva como una parentalidad sin historia”.

Un trayecto de desafíos y esperanzas

Cuando se identifica que los derechos de un menor están en riesgo, entra en acción el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (CDNNyA), que interviene con el propósito de implementar una medida de protección. El asunto se presenta en el ámbito del tribunal de familia, desde donde el destino del niño pasa a estar bajo la responsabilidad de un juez. Según lo estipulado en la Ley 114, es deber del Estado agotar todas las acciones y opciones disponibles con el fin de restablecer los derechos vulnerados del niño.

Una vez pasados los 180 días (plazo que, habitualmente, no se cumple), en caso de persistir, el órgano administrativo debe tomar una decisión sobre el futuro del niño: reintegrarlo a su familia biológica o dar inicio al proceso de adopción. “Cada provincia posee su propio registro, donde se buscan postulantes que se hayan anotado con una voluntad adoptiva coincidente con el perfil del niño”, detalla el psicólogo. Y es en esta etapa, cuando el mal funcionamiento de los plazos judiciales y la falta de correspondencias con los adultos inscriptos empiezan a dañar emocionalmente a los involucrados.

La superación de obstáculos emocionales

La adopción de niños y adolescentes no está exenta de retos. “La autonomía progresiva, los primeros encuentros y la necesidad de establecer nuevos vínculos de confianza son una singularidad de cada joven que atraviesa un proceso de adopción, y que tendrá que ver también con su propia historia, identidad y deseos”, sostiene Gabriel Lerner, Secretario Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación. Atraviesan experiencias traumáticas, y su adaptación a un nuevo entorno familiar puede llevar más tiempo. “En ocasiones, la adopción puede llevar más tiempo del esperado o del deseado e incluso constituirse en un factor estresante o conflictivo, por lo que debe ser atendido para minimizar el impacto de vinculaciones fallidas”, relata.

Desde el momento en que se identifica una violación de sus derechos, se inicia el proceso de tratar esas heridas. Esto ocurre mucho antes de emprender un camino hacia la adopción o la tutela. Cuanto “más meticuloso y exitoso” sea el enfoque temprano, “más propicias serán las circunstancias para que un niño, niña o adolescente se sumerja en un proceso de adopción con mayor tranquilidad”, según señala el psicólogo Sidoli.

De acuerdo con el especialista, para abordar esta problemática es necesario considerar dos aspectos. “Uno de ellos se enfoca específicamente en el ámbito psicoterapéutico, examinando cómo ciertos patrones de crianza que involucran maltrato, violencia, abandono o abuso pueden dar lugar a problemas psicopatológicos que demandan un enfoque especializado, que va desde trastornos de estrés postraumático hasta casos más graves, como trastornos de personalidad”, ratifica.

De todos modos, más allá de esta perspectiva, existe un proceso terapéutico intrínseco que no se lleva a cabo exclusivamente por terapeutas, y es el de acogimiento familiar. Esta modalidad de cuidado alternativo “implica que una familia integre temporalmente a un niño, niña o adolescente en su dinámica”. En Argentina, el acogimiento familiar presenta una presencia significativamente menor en comparación con la modalidad residencial, es decir, los hogares de acogida.

Según lo indicado por UNICEF Argentina, el 85% de los menores en cuidado alternativo se encuentran en instituciones residenciales. “Lo que el acogimiento familiar brinda es la experiencia de ser parte de la dinámica familiar. Este proceso de individualización, donde se otorga subjetividad a los niños dentro de una estructura familiar, es gestionado por una familia que, si bien no es la suya, crea las condiciones más adecuadas para un desarrollo saludable”, expone el profesional. Lo que previene el mayor daño que la institucionalización, a pesar de no ser su intención, puede ocasionar.

Las problemáticas del gobierno en el proceso de adopción

No obstante, en el ámbito gubernamental, también se presentan desafíos. La Secretaría Nacional de Niñez Adolescencia y Familia (SENAF) se encuentra ante la necesidad de mejorar la coordinación entre los organismos de protección de derechos y los poderes judiciales, a fin de avanzar en proyectos adoptivos. “Si bien las normas reconocen un rol activo de los organismos de niñez y plazos claros para el dictado de resoluciones, ello no está sucediendo en algunos ámbitos judiciales” confirma Lerner.

En esa misma línea, prosigue: “Desde SENAF se realizan mesas de trabajo en cada una de las provincias para acercar estas partes y trabajar más articuladamente, con el objetivo que cada adolescente que así lo desee, pueda incluirse en una nueva familia”. Si el adolescente decide no ser adoptado, ya que a partir de los 10 años se requiere su consentimiento, el Gobierno implementa programas para brindarles apoyo a lo largo de su transición hacia la vida adulta.

“Hay adolescentes que, por diversas circunstancias, deciden un proceso de egreso autónomo de las instituciones de cuidado. Es por esto que, desarrollamos en todo el país el Programa de Acompañamiento para el Egreso”, indica y concluye: “Hoy acompañamos a más de 3.000 adolescentes y jóvenes: 753 (de 13 a 17 años) aún permanecen en dispositivos de cuidado, y 2.258 (de 18 años o más) ya cobran una asignación económica mensual (el 80% de un salario mínimo vital y móvil)”.

Es esencial reconfigurar nuestra percepción de los niños y adolescentes, alejándonos del estigma de problemáticos y abrazando la visión de ellos como individuos en pleno desarrollo, llenos de potencial y con mucho amor que dar. Ignorar esta perspectiva y la oportunidad de forjar vínculos familiares sólidos hace que la búsqueda de postulantes dispuestos a embarcarse en estas formas de construcción familiar sea un desafío considerable.

La adopción de adolescentes en Argentina no sólo transforma las trayectorias de los jóvenes, sino que también está dando forma a un paradigma nuevo en nuestra comprensión de la familia y del "amor desinteresado". A medida que más hogares abren sus puertas a quienes están en busca de un refugio, el futuro de los niños, niñas y adolescentes del país se vislumbra de promesas y oportunidades ilimitadas.

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