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La Argentina, eliminada: las razones de una pesadilla llamada Mundial de Rusia

El seleccionado perdió 4 a 3 con Francia en octavos y se despidió de la Copa del Mundo, con un pésimo partido de Messi; se trata del final para una camada de futbolistas y el cierre de una gestión plagada de errores
La Argentina, eliminada: las razones de una pesadilla llamada Mundial de Rusia

El Mundial finalmente no le dio otra oportunidad al seleccionado de los milagros. A un equipo que se abrazó fuerte al destino y se apoyó una mística tirada de los pelos. Fue una eliminación en octavos de final ante un seleccionado francés exquisito, que revalidó su credencial de gran candidato. Es un atenuante, nada más. La derrota argentina es más profunda. Fue una eliminación desconcertante por momentos, cambiando golpe por golpe con un equipo que pegó más y mejor. La Argentina se va del Mundial en octavos de final con un Lionel Messi ausente cuando  el equipo más lo necesitó y un esquema arriesgado que no funcionó. Los arrestos individuales no alcanzaron y la selección se desintegró por completo, rendida ante sus propios complejos. Un golpe tremendo para el fútbol argentino.

El seleccionado escribió tal vez una de las páginas más negras de su historia futbolística y no es casualidad: la estructura de nuestro fútbol equivocó desde Brasil 2014 todos los caminos y se autodestruyó hasta llegar a una eliminación previsible y merecida. De milagro no se produjo en primera rueda por el gol de Marcos Rojo, pero prevaleció la lógica: a los tumbos no iba a llegar muy lejos. Una constante en esta Copa del Mundo, un derrumbe colectivo como consecuencia de la falta de recursos y la repetición de errores propios. Aun cuando nunca mostró argumentos,  se sostuvo hasta el final la ilusión de que apareciera Messi para arreglar las ruinas de algo que supo ser brillante y ahora ya no existe más.

El Mundial Rusia 2018 se terminó para la Argentina y no dejará absolutamente ningún buen recuerdo, al contrario, permitió que lo peor de la argentinidad lograra dimensionarse. Ni los mejores futbolistas, ni la mejor escuela, ni las mejores gambetas, ni los mejores potreros. Nada. Ni los mejores hinchas. Ni los mejores periodistas, ni los mejores técnicos. La Argentina se vuelve vacía de Rusia obligada a una refundación.

Un equipo intoxicado por sospechas, audios y acusaciones que nunca pudo demostrar personalidad para evitar caer en esos juegos. Un DT que perdió el control del equipo en pleno torneo. En definitiva, un seleccionado que se autogestiona, pero sin ningún resultado. Un equipo que logró poner en ridículo a su entrenador al punto convertirlo en un estorbo en el día a día. Sampaoli se transformó en un conductor inexpresivo que aportó confusión con decisiones contradictorias y mensajes poco claros. En ninguno de los cuatro partidos pudo hacer prevalecer su idea y, peor aún, en ningún partido logró que Messi pudiera jugar cómodo.  

Hace un año, Claudio Chiqui Tapia apostaba por esta millonaria decisión con una frase que aún hoy retumba: "Trajimos al mejor técnico del mundo". El mejor técnico del mundo terminó en un papel secundario. Y los futbolistas, sin rebeldía en la cancha, en un rol equivocado: la antigüedad no es ningún mérito. 

Sampaoli es un eslabón más de un ciclo que se precipitó con la salida de Alejandro Sabella y la muerte de Julio Grondona en 2014. Pasó Martíno, pasó Bauza, pasó Armando Pérez, pasó el 38 a 38, pasaron las tres finales perdidas y llegó Chiqui Tapia. Nuestro fútbol se desintegra mientras desfilan personajes de toda índole. Así se apaga una camada de futbolistas que brilla en Europa, pero que en el seleccionado sólo acumuló frustración. Cargarán con la cruz de lo que pudieron haber sido y lo que debieron ser. La historia del fútbol argentino le tendrá reservado un lugar oscuro para un equipo al que le faltaron atributos y que nunca se correspondió con la grandeza de sus individualidades.

 
 
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