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Cine y series #Netflix#Mindhunter

Análisis | El oscuro regreso de Mindhunter de Netflix

Asesinos seriales, agentes del FBI que intentan descubrir patrones de conducta y una gran historia que mezcla hechos reales con los mejores elementos del drama y el thriller criminal. 

Análisis | El oscuro regreso de Mindhunter de Netflix

Se tomó su tiempo pero, finalmente, “Mindhunter” volvió a la pantalla de Netflix para seguir ahondando en el trabajo de Holden Ford (Jonathan Groff), Bill Tench (Holt McCallany) y Wendy Carr (Anna Torv), dos agentes del FBI y una experta en psicología que unieron fuerzas para formar la Unidad de Análisis de Conducta, una oficina experimental dentro del buró, encargada de descubrir los patrones de conducta de diferentes asesinos seriales para, eventualmente, poder resolver casos archivados o crímenes en progreso.

La primera temporada de este drama basado en hechos (y personajes) reales, creado por Joe Penhall, nos metió de lleno en los exitosos procedimientos de estos tres investigadores entusiastas, pero también en sus métodos poco ortodoxos para acercarse a la verdad y obtener resultados, y las consecuencias que, a veces, conlleva lidiar con estos criminales despiadados. A Ford le toca vivir en carne propia los efectos de ‘jugar con fuego’ y coquetear con las oscuras mentalidades de estos individuos, por eso esta nueva entrega lo encuentra recuperándose de varios ataques de pánico tras su último encuentro con Ed Kemper (Cameron Britton).

Estas vacaciones forzosas en una institución de California lo alejan de la oficina y de los problemas que él mismo generó durante su entrevista con Richard Speck (Jack Erdie). Las relaciones dentro del equipo se vieron alteradas y ahora todos están a merced de una investigación interna que podría poner en riesgo sus carreras. Mientras Holden se recupera, en Quantico se sacuden las cosas. Robert Shepard (Cotter Smith) -al mando de la unidad- decide jubilarse después de 27 años de servicio, y en su lugar llega Ted Gunn (Michael Cerveris), un sucesor con una visión muy diferente, dispuesto a apoyar al equipo y ampliar sus necesidades.

Gunn tiene el poder para borrar la investigación interna del FBI, pero a cambio solicita que Ford se apegue a las reglas. Ahora, a Tench y Carr les toca hacer de niñeros, mientras la joven estrella sigue sus (acertados) instintos para hallar a los responsables de algunos casos sin resolver y sumar nuevas entrevistas a su lista, entre ellos, el Santo Grial de los asesinos en serie: Charles Manson.

Se viene un viajecito a la ciudad de Atlanta 

Este primer episodio, dirigido magistralmente por David Fincher, cambia el ritmo con respecto a la entrega anterior y nos lleva, sin prisa pero sin pausa, hasta los nuevos conflictos de la temporada: por un lado, el equipo se enfrenta al primer asesino serial afroamericano que les toca investigar, ahora bajo la atenta mirada de Gunn y los problemas políticos que todavía sufre la unidad. Ni hablar de los padecimientos de Ford que están lejos de resolverse, o la sociabilidad de Bill, que todavía no sabe cómo equilibrar la familia y su truculento trabajo.

“Mindhunter” vuelve a demostrar su genialidad -y aquello que la separa de otros exponentes del ‘true crime’-, balanceando el drama personal de sus protagonistas con el suspenso criminal y esa cuota de realismo (y morbosidad) que resulta tan atractiva, justamente, por tratarse de personajes reconocibles dentro del inconsciente colectivo y la cultura popular. En este caso particular, el interés va más allá de los detalles truculentos de los asesinatos que son la base de esta unidad de análisis y los procesos de la investigación policial, concentrándose en las políticas internas (todo esto de la psicología forense es bastante nuevo y difícil de tragar para muchos agentes y representantes de la ley), y en cómo la ardua tarea repercute en las vidas de los involucrados, afectando sus relaciones y hasta su salud.   

Un paso adelante del aesino 

Este comienzo de temporada apenas nos muestra la punta del iceberg, pero agrega un dinamismo que se recibe con los brazos abiertos. Ya no necesitamos conocer a los protagonistas ni sus motivaciones iniciales, por eso Fincher y los guionistas se pueden dar el lujo de jugar con las formas y los conflictos establecidos, desde otra perspectiva. Todavía no tenemos un caso específico en el cual concentrarnos y, así y todo, este episodio ya sienta las bases de una gran entrega.   

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