ACLARACIÓN: esta reseña puede contener spoilers.

“Westworld” encara la recta final de su tercera temporada (una más corta de solo ocho capítulos) con un episodio que mantiene la calidad -tal vez sea uno de los más bellamente filmados y editados-, pero poco y nada hace por la narrativa y la profundidad de sus temas, quedándose con lo meramente explicativo y una escena de súper acción que nos pasea por diferentes “géneros”.

Justamente, por ahí viene “Genre”, dirigido por Anna Foerster (“Outlander”) y escrito por Karrie Crouse -que ya hizo su aporte durante esta entrega del show de HBO-, que toma su nombre de una nueva droga de diseño que, según palabras de Roderick: promete llevar al usuario de regreso a la “era silente”. Liam intenta utilizarla contra Caleb como último recurso para librarse de sus captores, enviando al pobre Nichols por un viaje que, posiblemente, no tenga el mejor de los finales. Pero también hace referencia a Rehoboam, la creación de Engerraund Serac (Vincent Cassel) y su hermano Jean Mi (Paul Cooper), dos jovencitos que crecieron atestiguando la destrucción de París y el caos esparcido por el mundo, y convencidos de que Dios ya no existe (o los abandonó), decidieron darle vida a uno propio y más poderoso.

Con los datos de Incite y la fortuna Liam Dempsey Sr. (Jefferson Mays), los Serac lograron concebir esta mega inteligencia artificial (más precisamente, un sistema informático cuántico) destinada a planear estrategias para el futuro de la humanidad y “convertir el caos en orden”, manipulando cada una de sus elecciones (y acciones). En este ambiente “controlado” los individuos no son conscientes de que alguien ya decidió por ellos y viven presos en un loop no tan diferente al de los anfitriones del parque antes de su “despertar”. Esta es la misión autoimpuesta de Dolores: liberar los archivos de Rehoboam y mostrarles a los humanos sus verdaderos destinos más allá de las jaulas invisibles que los contienen.

Pero no todos pueden ajustarse a esta realidad casi perfecta. Los “atípicos” deben ser reeducados o “editados”, como bien dice Engerraund, quien decidió someter incluso a su propio hermano. “Genre” nos deja conocer estos ‘centros de adoctrinamiento’ -otro guiño a las cajas de cristal de Mesa Hub donde los androides también aprenden a comportarse-, como el mismo Inner Journeys, ‘hospital psiquiátrico’ donde fue a parar William (Ed Harris) en el capítulo anterior. ¿Será esta una jugada maestra de Dolores para tener al infiltrado menos pensado en las instalaciones de Serac, el hombre que quiere apoderase de Delos? En “Westworld” nada es azaroso y debemos pensar en esta opción, así como el hecho de que Caleb tampoco es quien dice (o cree) ser.

Antes de llegar a este punto tenemos que hacer alusión a la ya mencionada escena de acción, una persecución (sin mucho sentido) por las calles de Los Ángeles (o Singapur) donde los hombres de Serac intentan ponerle fin a la operación de Dolores y su séquito. No ayuda el hecho de que Nichols esté bajo la influencia de Genre -un guiño a “Willy Wonka y su Fábrica de Chocolate” (Willy Wonka & the Chocolate Factory, 1971) y esa goma de mascar de varios sabores-, que lo sumerge en una “maratón de películas” que atraviesa varios géneros cinematográficos, al menos, en su percepción de la realidad. Foerster, Crouse, Lisa Joy, Jonathan Nolan y el compositor Ramin Djawadi aprovechan para jugar con los elementos del film noir (blanco y negro incluido); una oda a la épica y la acción de “Apocalipsis Now” (Apocalypse Now, 1979) con “La Cabalgata de las Valquirias” de Wagner como himno; la noñez del drama romántico de la mano de “Love Story” (1970) mezclado con la alucinógena “Trainspotting” (1996) y la música de Iggy Pop; para terminar con el horror de “El Resplandor” (The Shining, 1980) en las playas de Santa Monica, donde Caleb empieza a cuestionarse unas cuantas cosas ante las acusaciones de Liam.

Entonces, ¿quién es Caleb realmente? ¿Uno de esos ‘atípicos’ rehabilitados? “Genre” abre un nuevo interrogante mientras desempolva gran parte del pasado de Serac, información que Dolores necesita para derrotar a su enemigo. Mientras tanto, la anarquía se apodera de la ciudad (¿y del mundo?), aunque todavía no queda claro si esto convierte a Abernathy en la heroína o la villana de esta historia, quien decidió que todos debían tomar la pastillita roja de una vez por todas. Este es apenas el comienzo de su “revolución”, que se extiende hasta Yakarta (con Musashi-Dolores) y Berlín, posiblemente la locación de esa quinta copia/perla que salió del parque.       

Hablando de copias… dispuestas a sacrificarse en nombre de la causa, llegó el momento de despedirse de Connells-Dolores en medio de un golpe mortal al bando de Serac. En el corazón de Incite y a la sombra de Rehoboam, todavía no queda muy en claro cuál es el papel que juega Bernard en esta cruzada, pero sabemos que “es el único irremplazable”, como aquello real de lo que tanto hablaba su alter ego humano. Al host le toca compartir las experiencias y la vida de Arnold, algo que sin dudas lo cambió y lo convirtió en algo diferente. Lo mismo podría ocurrir con Charlotte-Dolores y la conexión que estableció con su pequeño hijo.           

“Genre” intenta contar demasiado en poco tiempo y se olvida de la trascendencia de sus argumentos, pero igual entretiene y suma nuevos interrogantes que, suponemos, tendrán relevancia al final del recorrido de esta extraña temporada que se apartó de la fórmula conocida para entrar en terrenos menos complicados y más genéricos. No es que esté mal, pero no es la serie que nos presentaron en 2016. Tal vez tuvieron que adaptarse (en vez de morir) como bien asegura Serac cuando intenta justificar sus acciones más polémicas.  

PUNTAJE: 6.5

Westworld

S03E05: Genre