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“Las cosas por limpiar”: hablemos de violencia doméstica en Argentina

Una historia cruda y necesaria sobre una pandemia invisible. En diálogo con una psicóloga feminista reflexionamos el mensaje que deja la serie de Netflix, cómo se traslada a nuestro país y más. Eso sí, tiene spoilers.

“Las cosas por limpiar”: hablemos de violencia doméstica en Argentina

-Estás aquí porque él abusó de vos.

-No. Golpeó una pared al lado de mi cabeza, y no hice nada, no lo denuncié, no llamé a la Policía. 

-Golpear así una pared es abuso emocional. 

Esa escena es una de las más duras de toda la serie. Alex (Margaret Qualley), una joven de 25 años, está acostada en la alfombra llorando desconsolada, con la misma ropa con la que llegó del juzgado, el mismo donde fue citada por su marido alcohólico y violento para obtener la custodia de su hija Maddie. Danielle (Aimee Carrero), su compañera en el refugio, la encuentra, la ayuda a levantarse, le dice esas palabras y sigue: “Antes de morder, ladran. Antes de golpearte, golpean cerca de vos (...) la violencia va creciendo como el moho”.

Estamos hablando de “Las cosas por limpiar” (“Maid”), la serie de Netflix que se estrenó en octubre y que está inspirada en el libro de Stephanie Land “Maid: Hard Work, Low Pay, and a Mother’s Will to Survive”. Narra la historia de Alex, una madre soltera que trabaja como empleada doméstica para llegar a fin de mes, mientras busca salir de una relación abusiva con Sean, el padre de su hija de 3 años. 

 

Desde su estreno se convirtió en uno de los éxitos de la plataforma: hasta hoy es una de las más vistas en Argentina. En 10 capítulos no solo destaca una gran actuación por parte del elenco, que se completan con Nick Robinson, Tracy Vilar, Billy Burke y Andie MacDowell, sino también pone sobre la mesa un tema del que es necesario hablar: la violencia doméstica. ¿Qué pasa cuando no se la asume como tal? ¿cómo se relaciona con la maternidad y la vulnerabilidad social y económica? ¿qué rol tiene el Estado? 

“Creo que el abuso emocional debe reconocerse como violencia. Es mortal. Una vez que se afianza estás controlada en casi todos los sentidos”, decía Land, en diálogo con Vox. Para ampliar sobre esta pandemia silenciosa, que comenzó mucho antes del COVID-19, Filo.News dialogó con la licenciada Graciela Campodónico, psicóloga y vicepresidente de “Todas Somos Una”, una asociación civil que se encarga de luchar contra la violencia de género, familiar y laboral. 

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia doméstica?

Foto: Gentileza prensa

Según el Registro único de casos de violencia contra las mujeres del Ministerio de Hacienda de la Nación junto a INDEC, entre 2013 y 2018 hubo 576.360 casos de violencia de género; la modalidad se conoció en la mitad de los casos, donde el 97,6% informó violencia doméstica. 

“Es la violencia de mayor porcentaje que se da a nivel mundial”, dice Campodónico a este medio. El documento la define como aquella ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar, no importa donde ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres. Esto incluye matrimonio, noviazgos, relaciones actuales o pasadas.

“Este tipo de familias forman un tipo de grupo que yo llamo ameba, donde el violento sostiene a todos los integrantes del grupo bajo su poder, ya sea psicológico, económico, físico. Es muy difícil porque todos están alineados en esa misma ‘normalidad’, para ponerlo de esta manera. Generalmente esto es denunciado por uno de los miembros de la familia, pero no una denuncia que va a la comisaría sino que aparecen diferentes síntomas, adicciones o enfermedades por ejemplo”, explica. 

Foto: Gentileza prensa

Durante la relación Alex dejó de trabajar, estudiar, e incluso de manejar la plata, de lo cual se encargaba Sean. Cuando quedó embarazada, su novio quería que abortara pero ella se negó; ahí recibió reclamos e insultos: “esa fue la primera vez que le tuve miedo”, recuerda. Una noche la joven decide irse de la casa donde vivía con Sean y escapa junto a Maddy, sin saber bien hacia dónde. Al principio va a la casa de una amiga en común con su pareja, después duerme en el auto y finalmente llega a Servicios Sociales, donde ella explica: “Tenía un hogar, pero nos fuimos. El papá de Maddy es… toma y… se descontrola y golpea cosas”.  La trabajadora dice: “¿Quieres llamar a la policía? no es muy tarde”, a lo que la protagonista agrega: “¿Y decir qué? ¿que él no me golpeó?”. 

“No hay una situación de entendimiento total del personaje… él no le pega, es bueno, la ayuda, le dice que va a cambiar, que la culpa es de la bebida, que él va a dar lo mejor. Después ella le quiere creer, necesita creerle, porque de alguna manera piensa que él la va a ayudar”, analiza la psicóloga y sigue: “En una primera instancia hay una gran negación a los síntomas. El 60% de las personas que sufren violencia atraviesan un trastorno de estrés postraumático, y el 100% va a tener síntomas de eso. Atravesar la violencia no es fácil, aunque no te des cuenta de lo que te esté pasando”.

Cuando se va con su hija, llega a un refugio para víctimas con violencia doméstica, donde se queda solo para tener un lugar donde dormir, ya que para ella “no debería estar ahí”. Pero encuentra mucho más que un techo: amiga, apoyo, el recuerdo de su color favorito… saber que no está sola. 

La violencia invisible

Foto: Gentileza prensa

Alex empieza a trabajar como empleada doméstica, donde enfrenta precarización laboral, falta de pagos y maltrato por parte de las empleadoras. Mientras tanto no solo cuida de su hija, sino también de su madre, quien sufre de trastorno bipolar y que también fue víctima de violencia por parte de ex parejas; durante su actual relación, con un novio adicto al juego, pierde todo: la casa que heredó, su trabajo, e incluso a sí misma. 

“La mamá está muy enajenada de la realidad muchas veces, o quiere estarlo, o termina estándolo. Son dos generaciones atravesadas por el desvalimiento. Y en esto la madre piensa que la protección la da un hombre; siempre está con uno o diferente, no otra persona o ella misma”, analiza Campodónico. Dato: Margaret Qualley y Andie MacDowell, las protagonistas de esta historia, son madre e hija en la ficción y en la vida real. 

La serie pone en primer plano cómo se entrecruza la tarea de maternar y con la ardua misión de llegar a fin de mes, como también las vulnerabilidades sociales y falta de recursos económicos y oportunidades que enfrentan las víctimas de violencia sin un Estado presente. Alex trabaja duramente día y noche en tareas de cuidados para poder sobrevivir; cabe destacar que esto refleja la feminización de las labores domésticas, que históricamente los feminismos buscan visibilizar.

Mientras tanto, en uno de los episodios Alex se entera que su amiga del refugio vuelve con su ex novio violento, lo cual ella no lo puede entender. Denise (BJ Harrison), la encargada del refugio, le cuenta que eso suele ocurrir, y que incluso ella volvió al hogar donde vivía con su pareja 5 veces antes de irse definitivamente. Capítulos más adelante, Alex sigue el mismo camino, donde vuelve a enfrentarse a las mismas violencias.

“Muchas mujeres vuelven, eso pasa en la vida real -comenta Campodónico y suma- porque no tienen donde ir, porque nadie las ha ayudado, porque sienten que nadie las comprende como esa persona, porque dicen las palabras justas y lo que ella necesita oír”, dice la psicóloga y sigue: “El violento ejerce un control absoluto sobre la familia y personas. Dice que para estar bien vas a tener que volver con él. Tiene que ver con dejar al otro sin oxígeno, ahorcarlo hasta más no poder para que vuelva, someterlo y hacer lo que uno quiera como si fuera un objeto, de esto se trata”.

Foto: Gentileza prensa

Esta violencia no solo la recibe por parte del agresor sino también del sistema; lo vemos en los juicios y las exigencias burocráticas que enfrenta todo el tiempo. Land decía a Vox: “El sistema judicial no solo me dijo que una persona razonable no se sentiría amenazada, sino que me vieron como la mala persona porque estaba sacando a un niño de un entorno estable y un hogar estable. Mi abusador era visto como el mejor padre porque tenía una casa y un trabajo de tiempo completo y tenía recursos, y yo no tenía hogar”.

Así lo vemos fiel reflejado en la serie: ‘pasé por esto y perdí porque no tengo moretones’, dice Alex en el vaivén infinito de trabas legales que enfrenta y que parecen de nunca acabar. “La violencia psicológica no está tan reconocida como un tipo de violencia. Si bien está dentro de la ley, hay que demostrar que es un delito. Se trabaja de forma multidisciplinaria, hay que trabajar con abogado, psicólogo, asistente social, redes de apoyo, policía, médicos, enfermeros. Y siempre se tiene que trabajar con perspectiva de género, sino se puede desestimar el caso o haya algo que revictimice a la víctima cuando hace la denuncia”, dice Campodónico. 

Un detalle no menor para destacar de la serie: cada paso, cuenta, cita con el juzgado, todo lo vemos y escuchamos de la manera que Alex lo hace. Eso no es casualidad, ya que la mayoría del equipo detrás de escena de la serie está compuesto por mujeres, lo cual se nota en la sororidad, realidad y empatía con la que está construida la historia, como también la importancia de crear redes para salir de la violencia estructural. Junto a la showrunner de la serie -Molly Smith Metzler-, 4 de los 5 directores son mujeres, al igual que 3 editoras, una directora de fotografía y la mayoría de las escritoras, e incluso la productora ejecutiva, que es Margot Robbie. La diseñadora de producción, la supervisora musical, la diseñadora de vestuario y las jefas del departamento de maquillaje y peluquería también son mujeres.

Foto: Gentileza prensa

Alex escribe de todo. Lo que ve, lo que siente. Describe cada casa que va a limpiar, le pone nombres, apodos, como si la pluma fuese una vía de escape a otras realidades paralelas; en cada una se descubre un poco más a sí misma, a lo que le gusta y sueña. “La protagonista va pasando de situación en situación, desde un desconocimiento de la violencia que ella sufre, a aceptar pasivamente la violencia institucional o laboral, hay una serie de transformaciones. Creo que es bastante parecido a la realidad, te va mostrando capítulo a capítulo como va despertando, va abriendo los ojos a través de las diferentes situaciones que sufre… y puede empezar a cortar cuando pone la abogada”, analiza la profesional.

Hacia el final la protagonista mira a la mujer de vestido rojo parada al lado del mar, tan libre y tan plena, que estuvo pintada en el cuadro del refugio. A esa felicidad aspira, a ese “lugar feliz” al que va en el último capítulo. “La mayoría no creería en una madre soltera entrando en la universidad. Pero no saben lo que me tomó llegar aquí. 338 baños limpiados, siete tipos de ayuda gubernamental, nueve mudanzas distintas, una noche en la estación, y todo el tercer año de vida de mi hija”, dice y concluye: “Mi día feliz todavía no llegó, pero está por llegar”.

Violencia doméstica en Argentina

Según los últimos datos del Observatorio de violencia de género Ahora Que Sí Nos Ven, en 2021 se registró un femicidio cada 34 horas en la Argentina, "cifra que se ha incrementado notablemente respecto de los meses anteriores y representa un femicidio cada 20 horas en este último mes", según explicaron.

En nuestro país existe la línea 137 para denunciar casos de violencia familiar y sexual. Es gratuita, nacional y brinda contención, asistencia y acompañamiento las 24 horas, los 365 días del año. Hace unos años se estrenó un documental para retratar el trabajo que hacen aquellas personas que ponen cuerpo y alma para enfrentar la violencia machista; hablamos con su directora Lucía Vassallo y lo podés leer acá. 

También se encuentra la línea 144 de alcance nacional, de forma gratuita y anónima, los números de WhatsApp 11-2771-6463, 11-2775-9047 y 11-2775-9048, el mail linea144@mingeneros.gob.ar, e incluso durante la pandemia se realizaron campañas como la posibilidad de pedir un barbijo rojo en las farmacias. Sin embargo, ¿es suficiente? 

"Es necesario que el Estado invierta en políticas de ayuda concretos como los dispositivos móviles que tiene la Línea 137 donde de ayuda en persona, deberían funcionar varios en cada ciudad y pueblo del país porque la ayuda telefónica es insuficiente", decía Vassallo. También podemos nombrar la importancia del cumplimiento de la Ley Micaela, que establece “la sensibilización y capacitación de las personas que hacen parte del Estado en temas de género y violencia contra las mujeres”, según la abogada feminista Sabrina Cartabia. Leé más acá. 

Como en la serie, existen diferentes refugios, espacios de alojamiento, recuperación y atención a las víctimas de violencia doméstica y/o sexual. En esta lista podés encontrar algunos de la Ciudad de Buenos Aires. "En nuestro país trabajan mucho los movimientos de mujeres en conseguir alojamiento para la persona que fue violentada, siempre los refugios por lo menos desde nosotras los encontramos por ahí”, explica.

“La violencia familiar existe, es compleja, es más invisible que la violencia de género porque la familia no entiende, está metida en un círculo vicioso violento”, dice la psicóloga y asegura que la serie "identifica a muchas mujeres y hombres que sufren violencia”.

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