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Star Wars: El Ascenso de Skywalker traiciona a Los Últimos Jedi (CON SPOILERS)

Entre el disfrute y la nostalgia, el cierre de la saga intergaláctica también carga con muchas fallas y una puñalda por la espalda. 

Star Wars: El Ascenso de Skywalker traiciona a Los Últimos Jedi (CON SPOILERS)

ACLARACIÓN: Esta nota puede contener spoilers de Episodio IX.

En estos últimos días hemos escrito largo y tendido sobre “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” (Star Wars: Episode IX - The Rise of Skywalker, 2019), última entrega y ¿cierre? de esta saga que arrancó con George Lucas en 1977, y levanta más pasiones que un River-Boca durante la Libertadores. Todos tienen sus opiniones y sus quejas, todos tienen sus favoritos y esos episodios que quisieran desterrar de la galaxia, pero también hay una realidad interna vinculada a la producción de la franquicia que, lamentablemente, terminó afectando el contenido en la pantalla.  

Después de adquirir Lucasfilm en el año 2012, The Walt Disney Company le dio las llaves de la franquicia a Kathleen Kennedy para empezar a desarrollar una nueva trilogía de películas y culminar la saga, más o menos, de aquella manera que ambicionaba su creador. El elegido para dar el puntapié inicial fue J.J. Abrams, director, productor y guionista que, admitámoslo, sabe muy bien cómo vendernos una historia. “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015) nos sacó el gusto amargo dejado por las precuelas de Lucas, rescató las mística (y la magia) de la saga original y sentó las bases para una nueva aventura espacial que amalgamaba lo clásico y lo moderno, de la mano de un grupo de nuevos personajes, más diversos y menos bidimensionales.

Una nueva esperanza allá en 2015

Éxito de taquilla aparte, y esa falta de riesgo (a medias) que el mismo realizador admitió, “El Despertar de la Fuerza” dejaba algunos interrogantes flotando en el aire, muchas puertas abiertas y un sinfín de posibilidades para el que viniera después. Abrams estaba demasiado abrumado para volver y Disney se la jugó por el independiente Rian Johnson, cineasta que se cargó el proyecto al hombro para empezar a construir a partir de lo que dejó el guión de Lawrence Kasdan, J.J. y Michael Arndt, más cuatro décadas de mitología intergaláctica.

Johnson no desfiguró nada, sumó su visión, encaminando la historia de Rey, Kylo, Finn y Poe hacia donde el relato lo necesitaba, tomando varios riesgos (ahora sí, visuales y narrativos) por el camino. Riesgos que no cayeron muy bien entre algunos fans, pero sí fueron celebrados por la crítica y aquellos espectadores que pudieron recibir estos planteos con brazos y mentes abiertas. Johnson despojó a la Fuerza de elitismos y linajes, demostrando que los Jedi pueden equivocarse. O sea, esa misma orden que creyó que Anakin Skywalker era el elegido que iba a restaurar el balance. Esos señores ya estaban equivocados antes de la caída de la república y el nombramiento de Palpatine como el César de la galaxia. Por suerte, Yoda y Luke sellan todas estas culpan con un sincero: “El fracaso es el mejor maestro”.

Una vuelta de tuerca

¿Cómo vamos a culpar a Rian si fue Abrams quien exilió a Luke en Ahch-To? ¿Qué esperaban, que el Jedi Master abandonara su escondite de la vergüenza y volviera con Rey para unirse a la Resistencia como si nada? Un poco ingenuo, ¿no? Por suerte, el realizador se despachó con una historia plagada de matices para los viejos y los nuevos protagonistas, nos entregó sacrificios con peso (el de Paige Tico, el de Holdo, el delos rebeldes en Crait), los mejores momentos visuales de la saga, mucha escena lacrimógena, el lugar que Leia se merece dentro de la Fuerza, y a ese pequeñito de Canto Bight que resume la esperanza como hilo conductor de esta epopeya.

Pasó “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: Episode VIII - The Last Jedi, 2017) y llegó la hora de ponerle un fin a esta trilogía. Con la preproducción empezada y un guión listo para filmar, Lucasfilm decidió que Colin Trevorrow (“Jurassic World”), posiblemente, no era el indicado para pararse detrás de las cámaras. Diferencias creativas de por medio, Colin salió por la puerta de atrás y Kennedy volvió a recurrir a Abrams, alguien que, como dijimos, es muy bueno para las introducciones, pero no tanto para cerrar sus propias ideas.

De la 'nada' a la realeza Sith

Abrams descartó lo que habían escrito Derek Connolly y Trevorrow (aunque algo sí se mantuvo) y arrancó de cero con Chris Terrio, quien venía de chocar “Liga de la Justicia” (Justice League, 2017). El tiempo nunca les jugó a favor y se nota: en una historia atropellada que quiere contar mucho con muy poco, imágenes genéricas poco inspiradas (visualmente, “El Despertar de la Fuerza” es una belleza) y, por sobre todo, descartando muchas de las nociones planteadas por Johnson, como si la octava película nunca hubiera existido.

 Abrams, Terrio y el estudio se entregaron al capricho de esos fans que habían odiado los cambios de la entrega anterior y trataron de emparchar las cosas, retomando la historia de Episodio VII, sin poder reparar todos los baches en el camino. El resultado de este híbrido es lo que se ve en la pantalla: una aventura entretenida, cargada de nostalgia y momentos emotivos, pero poco satisfactoria cuando se trata de la trama y los personajes. En muchos de los casos, los realizadores pegaron un volantazo que trastocó el rumbo, volviendo de alguna manera a ese statu quo A.R.J. (antes de Rian Johnson), donde la Fuerza vuelve a estar ligada a una estirpe famosa y el niñito de Canto Bight fue sólo una ilusión.    

Lo que importa es el viaje, ¿o era el destino?

En el medio, degradó a personajes como Rose Tico (y a su actriz, Kelly Marie Tran), repudiado por los fans, y lo reemplazó con algo ‘parecido’, pero menos conflictivo. Y se olvidó de seguir desarrollando las capas de su mejor villano, Kylo Ren, ahora convertido en un instrumento más de un mal más poderoso (otra vez Palpatine). En su afán por alejarse de “Los Últimos Jedi” para corregir el curso, y traicionar a su creador en el proceso, “El Ascenso de Skywalker” pierde su alma, y sus responsables, cierto respeto por parte de la crítica, la industria y esos espectadores que disfrutan, sí, pero también son capaces de entrever el Lado Oscuro de la Fuerza.        

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