La copa se mira y no se toca. Es casi como un mandamiento para los cabuleros, que se fundamentan en una ley no escrita que dice que el trofeo sólo se puede tocar después de que se defina una competición y en caso de que su equipo se consagre campeón.
Pero Gabigol, el goleador de Flamengo, parece no adherir a esas creencias. Por lo menos así lo dejó en claro en la previa de la final de la Copa Libertadores, cuando ingresó al campo de juego del Monumental de Lima para enfrentar a River, pasó por al lado de la Copa y la tocó.
En principio, parecía que la maldición se cumplía, porque a los 15 minutos de juego, Rafael Santos Borré puso en ventaja al Millonario.
Sin embargo, el goleador brasilero apareció sobre el final del partido y en un puñado de minutos, metió un doblete que dio vuelta la historia y le permitió al Flamengo consagrarse campeón de América. En definitiva, Gabigol rompió la maldición.