El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, logró acomodar todas las fichas del indomable peronismo bonaerense con menos esfuerzo del esperado, y ya se encamina a convertirse en el candidato natural del espacio para las próximas elecciones presidenciales, sin rivales de peso a la vista.
Por primera vez, desde que salió de los límites de la Ciudad de Buenos Aires para incursionar en la política provincial, Axel Kicillof se sintió a partir de su triunfo electoral en las últimas elecciones como el verdadero dueño del PJ en el principal distrito del país.
En su primera victoria, allá por el 2019, siempre fue consciente de que había llegado al poder de la mano de Cristina Kirchner, y en medio de la ola que acompañó a Alberto Fernández a la presidencia.
Si bien en los primeros años tuvo libertad para armar el gabinete e intentó imponer su estilo austero y alejado de los históricos barones del conurbano, la derrota en la PASO del 2021 le valió una virtual intervención del gobierno, con Martín Insaurralde como jefe de Gabinete y delegado tanto de Cristina como de su hijo Máximo.
El gobernador evitó las declaraciones públicas en contra de esa medida, que para beneficio suyo le valió que en las elecciones legislativas del mismo año la distancia inicial de 7 puntos a favor de la oposición se revierta a poco más de 1.
Su relación con Alberto Fernández siempre fue distante pero afectuosa, lo que le valió ser uno de los mandatarios provinciales que contó con mayor cantidad de recursos para realizar obras de infraestructura, especialmente en salud, asfalto y agua potable.
Si bien no se lo puede llamar un político de raza, ya que la militancia partidaria lo encontró ya en la madurez de su vida, asumió muy rápido los denominados códigos de la política y se encargó de privilegiar la relación con los intendentes de la oposición, especialmente los radicales.
Esa especial atención que le brindó a los alcaldes de la UCR, además de la transparencia en el manejo de los recursos, fue muy valorada puertas adentro del espacio opositor, incluso durante la campaña electoral, en donde las críticas estuvieron más enfocadas en la cuestión nacional que en las provinciales.
“Con gobiernos anteriores ibas a La Plata a pedir una obra y si te la aprobaban te respondían `OK, el lunes te llama el ingeniero de la empresa que la va a hacer’; en cambio ahora con él o su equipo te dicen ‘OK. El lunes te giramos la plata y elegí vos con quien hacerla’”, afirman los intendentes.
El affaire del yate y los problemas conyugales de Martín Insaurralde le sacaron inesperadamente de encima uno de los mayores problemas que tenía en la gestión, ya que la figura del ex intendente de Lomas de Zamora, si bien se había desinflado con el correr de los meses, todavía era un contrapeso para la gobernabilidad.
Esa especie de doble comando, que nunca llegó a ser tal en la realidad, le jugaba en contra especialmente para el resto del peronismo, especialmente con los otros gobernadores, que lo veían como un político sin aparato propio más allá de algunos dirigentes de perfil técnico que lo acompañaron desde el primer día de gestión.
La derrota de Sergio Massa terminó por despejarle el camino hacia la jefatura indiscutible del PJ provincial y tener un lugar de privilegio en la mesa de los aspirantes a representar al peronismo en 2027.
Kicillof sabe que tendrá que surfear meses complicados en materia económica, con un gobierno nacional que lo mira más como a un enemigo que como un adversario, y que no le transferirá más fondos para hacer frente a las necesidades del Estado bonaerense.
Pero también es consciente de que si el problema principal de la sociedad es la economía, tendrá más posibilidades de representar desde la oposición un modelo alternativo al del ajuste y los recortes, que por ahora parece encarnar Javier Milei con la complacencia de Mauricio Macri.
Por eso conformó un gabinete en el que están representados todos los sectores internos, incluso el de Martín Insaurralde, quien pese a su ostracismo público y las dificultades que le plantean las diferentes causas judiciales iniciadas en su contra, todavía conserva una importante cuota de poder.
El camino hacia 2027 es muy largo, pero el gobernador y sus dirigentes más cercanos recuerdan que empezar a recorrerlo desde temprano rinde sus frutos, y esperan tener su recompensa.
Ponen como ejemplo que en pleno verano del 2016, con Mauricio Macri recién asumido y en su apogeo político, Kicillof salía a tomar mate a las plazas con militantes y vecinos para hablar de política y comenzar la reconstrucción kirchnerista que luego lo llevó al poder.