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En un auge de films que adaptan las historias de sus novelas, los premios no son la excepción sino una invitación a conocer de dónde provienen, a ir de la cartelera a las páginas. ¿Cuáles son y cómo se llevaron a la pantalla grande? El vínculo entre dos formas de contar, cada vez más entrelazadas.
* Por Antonella Morello y Camila Romanazzi
El próximo 10 de marzo se celebrará la 96° edición de los Premios Oscar en el usual Dolby Theatre de Los Ángeles. La Academia premiará, según sus criterios, a las mejores producciones del 2023.
Los libros y las películas siempre tuvieron una estrecha relación a lo largo de la historia, por eso, desde Filo.News te contamos cuáles son los films que tuvieron su inspiración en la literatura para contar sus historias.
“Pobres criaturas” (“Poor things” en inglés) cuenta con 11 nominaciones y está basada en la novela del mismo nombre escrita en 1992 por el escritor escocés Alistair Gray, a quien el director Yogos Lanthimos llegó a conocer para pedirle los derechos y detalló que “era un hombre encantador, muy especial y vitalista”. Sin embargo, el autor falleció en 2019.
La trama se centra en el experimento del doctor Godwin, al implantar el cerebro de un bebé en el cuerpo de Bella Baxter (interpretada por Emma Stone). Desde allí, ella tiene que explorar su cuerpo, su sexualidad y el mundo en general a través de su perspectiva.
Si bien el guión está basado en el libro, las referencias de “Pobres criaturas” con la literatura universal son más que claras. En primer lugar, “Frankenstein” de Mary Shelley, es la obra en que más se relaciona la vida de Bella, aunque, en este caso, el personaje principal es una mujer. Luego, Lewis Carroll con "Alicia en el país de las maravillas", entabla relación con el film de Lanthimos, ya que se centra en la inocencia de la protagonista al querer descubrir el mundo y cuestionar reglas impuestas por la sociedad y la cultura.
"No pude encontrar ni un solo error histórico en la película". Kai Bird está impresionado. Acaba de leer el guión de la película que se basará en su compilación literaria. El director británico Christopher Nolan (realizador de las reconocidas “Memento”, “El origen”, “Interestelar” y la trilogía de “Batman: el caballero de la noche”) es un perfeccionista y casi un maniático de transmitir el conocimiento de la forma más verosímil posible y a la vez apasionante para atraer masivamente (e internacionalmente) al público. Bird reconoce que hasta el sombrero del físico se replicó con exactitud: un trabajo de la diseñadora de vestuario Ellen Mirojnick, quien se puso en contacto con fabricantes de sombreros de Nueva York e Italia hasta que finalmente halló la silueta en Baron Hats de Los Ángeles.
“Oppenheimer” está basada en el libro American Prometheus: The Triumph and Tragedy of J. Robert Oppenheimer (2005), pero incluso Bird no estaba convencido en un principio de participar. La invitación llegó por parte de su colega Martin J. Sherwin (que ya había escrito A World Destroyed: Hiroshima and Its Legacies) y como ambos venían investigando la tragedia y la fama del responsable de las bombas atómicas que estallaron sobre Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de generar un material lo más grandilocuente y certero era un objetivo posible y ambicioso, que tardó más de 25 años en concretarse desde sus primeras entrevistas. Como el de Nolan (quien durante más de dos décadas tenía en mente la idea) para llevarlo al cine.
Interés que provino para el cineasta cuando de joven escuchó por primera vez la letra "¿Cómo puedo salvar a mi pequeño niño del juguete mortal de Oppenheimer?" del tema "Russians" de Sting. De ahí, sumó la curiosidad por la atrocidad de la guerra nuclear y ya habiendo pulido su cine, supo que si adaptaría un libro sería el que mejor retratara la ambigüedad del físico: su genialidad, su ambición, su psiquis.
Con 13 nominaciones a los Oscar, la biopic “Oppenheimer” (el primer guión escrito por Nolan en primera persona) busca perseguir el máximo galardón que puede recibir una película, así como la novela obtuvo el Pulitzer.
Nolan es uno de los directores más capaces de mostrarnos un espectáculo cinematográfico que a la vez confronte moralmente. Adeuda una mejor representación de sus personajes femeninos (sumamente bien interpretados por Florence Pugh y Emily Blunt), pone en eje el nacionalismo yankee, al tiempo que cuestiona si en verdad el responsable de la destrucción fue el científico o su Nación. Al tiempo que, hablando de literatura, por qué no, trasmita el dilema de Jorge Luis Borges.
Si Nolan resulta emboscado y con un guión que nombra una decena de personajes por segundo, su escuela es precisamente la de Martin Scorsese. Inspirado en la investigación homónima de David Grann ("Killers of the Flower Moon" en inglés), calificado por la revista Time como uno de los diez mejores libros de no ficción (2017), el cineasta que ya cuenta con un Oscar en su haber y una importante trayectoria que lo instituyó como uno de los grandes nombres de hollywood, cuenta uno de los casos que asombran que hayan sucedido de la forma atroz con la que se ejecutó: la matanza de mujeres de la comunidad originaria osage y de muchos nativos, por la conquista del petróleo en manos estadounidenses.
El trabajo de adaptación del guión es milimétrico. Junto al Eric Roth (ganador del Oscar a Mejor Guión Adaptado por "Forrest Gump", 1994), Scorsese plasma a la vez su sello cinematográfico de exponer la crueldad y la ambición, la artimaña mafiosa de los poderosos pero que en este caso contó con un componente de responsabilidad por retratar lo más fielmente posible a la comunidad osage, para ello no sólo se grabó en el territorio de Oklahoma sino que los tomó de referencia y consulta para muchas escenas, y hasta la composición de su canción (que obtuvo una nominación) "Wahzhazhe” (“A Song for My People”) por Scott George.
“Poder contar esta historia en la tierra en la que se produjeron estos hechos es increíblemente importante y fundamental para permitirnos hacer una representación exacta de la época y de la gente”, había expresado el director al comunicar el inicio del rodaje, y el regreso a una nueva colaboración con sus dos actores predilectos Leonardo DiCaprio (en una gran trabajo de composición corporal) y Robert De Niro.
La película contó con otro hito: la incorporación de la actriz Lily Gladstone, la primera indígena nativa en territorio estadounidense en ser nominada al Oscar, para interpretar a Mollie Kyle: una actuación que impone presencia en sus silencios y que -en palabras del director- cambió positivamente con el aporte de la actriz, de modo que le destinó más líneas de diálogo.
El aporte argentino en los premios es en el film de Juan Antonio Bayona, quien entendió que incluir la participación de nuestro país en su película era un signo de respeto hacia la historia para no generar otra versión en un idioma o acento ajeno al de los sobrevivientes.
Por ello, “La sociedad de la nieve” es la primera adaptación en castellano del caso conocido como Milagro o la Tragedia de los Andes pero a su vez, sí proviene de un libro: el compilado homónimo del periodista Pablo Vierci, amigo de los verdaderos protagonistas y quien estuvo a punto a embarcar con ellos en el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. El comunicador plasmó la mirada de los sobrevivientes pero además las de quienes fallecieron, un punto de vista distintivo que Bayona potenció, dándole un espíritu distintivo de los largometrajes anteriores.
De niño, el director ya tenía en su biblioteca Viven, el libro del estadounidense Piers Paul Read. Supo entonces, los cambios que haría, y además de comprometerse de formas estrictas (pasó un día durmiendo en el Valle de las Lágrimas de Mendoza, donde cayó el fuselaje para sentir cómo sintieron Nando Parrado, Roberto Canessa, Nuna Trucatti, Tintín, Carlitos Páez, Liliana, Arturo, y cada uno de ellos), realizó 50 horas de entrevistas con familiares y sobrevivientes para escribir el guión (en primera persona) y convocó a Vierci, que aceptó formar parte del equipo como productor.
“La sociedad de la nieve” tiene su libro, pero tiene muchos otros: ya que cada sobreviviente publicó sus memorias. De este modo, y con un elenco mayormente argentino (seleccionado por un equipo de casting nacional), se convirtió en una de las mejores películas del año que emocionando pero evitando el morbo (que lo envolvió durante décadas), le mereció su nominación como Mejor Película Internacional en los Oscar. Un caso real que como película consigue seguir siendo inolvidable.
Es probablemente la adaptación menos fiel al libro. La película de Jonathan Glazer es casi una puesta performática del horror del holocausto desde otro punto de vista igual de cruento. Del otro lado de campo de Auschwitz, el centro de concentración nazi más grande.
¿Por qué decimos performativa? porque es más una muestra, que una historia. El film es lento y transcurre con una velocidad semejante a la rutina misma. Somos testigos de las actividades cotidianas de una familia acomodada en el exterminio, que ignora lo que sucede más adrede que el personaje de Norma Aleandro en “La historia oficial”. De este modo, y con un final que nos traslada hasta la actualidad, el cuestionamiento que persigue es ¿cuánto somos capaces de acostumbrarnos al horror?
Lo interesante y original de la adaptación es la dinámica de tensión de la pareja. Interpretada por Sandra Hüller (nominada por “Anatomía de una caída”), la señora de la casa no sólo edificó la estructura donde se instalaron y viven sino que subordina (a la par de su marido del otro lado del muro) un organigrama de empleadas domésticas, no es afectuosa, y prefiere rescindir de su lugar de amante para mantener su estatus físico (quedarse en la casa en lugar de acompañar a su marido como “buena esposa”) y social.
Por ello, el trabajo del director fue más de campo (se trasladó a la vivienda del verdadero Rudolph Höss, le cambió el nombre a los personajes reales, y leyó decenas de testimonios dentro del campo de Auschwitz). Frente a esto, la película es una pieza de dirección de fotografía, sonido con el aporte de haber sido grabada por completo con luz natural (lo que casi no pasa, y sí logró por ejemplo “Nueve Reinas”). Sin embargo, mucho queda por desear en el guión que en lugar de contarnos una historia (por ejemplo la de amor y celos entre los personajes comandantes del genocidio que sí construye el escritor Martin Amis) elige que si no contás lo que pasa es porque nada está sucediendo realmente, postura que toma su protagonista.
¿Los libros representan la realidad? Esta es la pregunta que guía el film “American Fiction”, la película de Cord Jefferson que está basada en la novela de Percival Everett. La historia se pregunta si la comunidad negra estadounidense está bien reflejada en la literatura.
Para eso, Thelenious “Monk” Ellison, el personaje principal, un autor negro que está frustrado por la industria y decide publicar una novela bajo un seudónimo. Sin embargo, el libro se convierte en un éxito, y Ellison debe enfrentarse a nuevos desafíos.
La película te enfrenta con prejuicios del mundo académico, esto es, los prejuicios racistas de las editoriales que eligen qué historias publicar y con pensar que lo masivo no está relacionado con la calidad de la obra.
Lo más interesante del film de Jefferson es el humor que atraviesa todos los conflictos y problemas que enfrentan los protagonistas. Es a través de la comedia es cuando se pueden abordar los temas en profundidad.
La idea del robot en el cine ya se ha usado en varias ocasiones como en “Yo, robot” (2004); “Metrópolis” (1927) ; “Robots” (2005) ; “Wall-E” (2008); donde constantemente la pregunta es cómo puede ser la convivencia entre humanos y máquinas, y desde allí, reflexionar sobre el avance tecnológico, lo moral, las relaciones humanas, etc.
“Mi amigo robot” es una película animada escrita y dirigida por Pablo Berger, basada en el cómic del mismo nombre de Sara Varon. “Me enamoré de Robot Dreams porque habla de la amistad, de su importancia, de las relaciones, de cómo superar la pérdida… pero con mucho humor e imaginación. Y al ser un cómic mudo, conectaba con mi mundo y mis películas. Por eso decidí embarcarme en esta loca aventura de llevarla al cine”, dijo Berger al hablar del libro que inspiró su historia.
La historia se centra en Dog, un perro que vive en Manhattan y se siente un poco cansado de estar siempre solo. Por eso, decide acercarse a un robot y crea un vínculo con él. Sin embargo, uno de los puntos centrales de la trama, es cuando sucede algo en particular que hace que Dog se aleje de su amigo robot.
Uno de los puntos interesantes de esta adaptación del cómic a la película es la escenografía. El personaje principal junto a su amigo descubren el universo de Manhattan en los años ‘80 para reflexionar sobre la amistad, la pérdida y el deseo.
A Roald Dahl ya lo conocemos, autor de "Charlie y la fábrica de chocolates" (1964); "Matilda" (1988); "James y el durazno gigante" (1961); entre otras. Sus grande éxitos fueron trasladados al cine.
Ahora bien, el desafío en el que se introdujo Wes Anderson es que la adaptación que realizó de los clásicos de Dahl no fue un largometraje, sino cortometrajes de 40 minutos que no le sobra ni le falta nada.
"El cisne", "El desratizador", "El veneno" y "La maravillosa historia de Henry Sugar" son los cuentos que tomó el director para darle su voz y contar estas historias. Es una gran puerta de entrada al mundo de Roal Dahl desde la mirada de Anderson.
30 años después de retirarse porque no pudo cumplir su hazaña, Diana Nyad (interpretada por Annette Bening en su quinta nominación al Oscar) logra a los 63 años y con un equipo comandado por su amiga que la entrena Bonnie (la también nominada Jodie Foster a Mejor Actriz de Reparto), nadar más de 52 horas ininterrumpidas desde Cuba hasta Florida. Si esa hazaña no es de película, lo demás se queda corto. La biopic de Netflix es una ópera prima de Elizabeth Chai Vasarhelyi y es la única de este listado que está basada en la autobiografía de la atleta Find a Way.
A lo largo del film se percibe cómo las frases de la verdadera Nyad se incorporan en un guión escrito por Julia Cox. Sin embargo, esquiva la primera persona (a diferencia de La Sociedad de la Nieve y Oppenheimer) al tiempo que no pierde de vista que el punto de vista que seguimos en la historia es el de ella, sus recuerdos y particularidades. Y es que esta decisión de escritura es la que nos permite poder trasladar la cámara hacia cómo la rodean el resto de los personajes.
El mayor trabajo de adaptación en el caso puntual de la peli se debió a la inclusión reiterada de imágenes de archivo que atraviesan la ficción para recordarnos que ésta es sólo una pizca de lo que fue en realidad. “Nyad” ya se remonta desde su primera línea a los inicios de la literatura, al contarnos que en la mitología griega el apellido significa “la ninfa del agua”. La película es una entretenida cinta de hazaña, de esas que parece que sólo es una yankee más sobre el poder infinito de los sueños y de frases meritócratas como que los límites sólo están en la mente; pero que logra devolvernos a una mujer exagerada e hiperactiva, corrida de estándares, referente de la comunidad LGBTQI+, y la belleza de dos amigas que envejecen.
Todos los directores tienen en común algo: a través de la lectura de páginas de un libro, se imaginaron creando una historia propia que podía ser llevada a cabo en el cine. Dos artes que se unen, donde cada voz aporta algo distinto pero a la vez se complementan. La literatura no reemplaza al cine ni el cine a la literatura. Pero sí, al juntarse, hace que las historias tomen cada vez más personalidad y lleguen al público desde distintos puntos de vista.
¿Por qué es interesante saber de dónde vienen las historias? Porque, consideramos, que en la adaptación de un libro a una película se engrandecen a los libros, es admirarlos y respetarlos, es tomar prestado algo que otro pensó para darle vida, darle voces, darle escenografía y vestuario. Es compartir el arte para todos y todas.
El diputado nacional se expresó luego de que la ex vicepresidenta anunciara su candidatura a través de sus redes sociales.
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