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Ciencia

Día del Sexo: ¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando estamos calientes?

Si algo nos diferencia a los humanos de la amplia mayoría de los animales es que tenemos relaciones sexuales por puro placer. ¿Que dice la comunidad científica de estas experiencias tan universales?

Día del Sexo: ¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando estamos calientes?

El sexo, tópico preferido de muchas películas, libros, conversaciones y chistes con amigos, es bueno tanto para nuestra salud física como mental: por un lado, mejora la salud en general, el sueño y la autoestima, baja el estrés y la tensión y puede estimular el sistema inmunológico para protegernos contra las infecciones; por otro, puede ayudar a conectar con otras personas, libera endorfinas —las hormonas que bloquean el dolor y que te hacen sentir bien— y se relaciona con una mejor capacidad para percibir, identificar y expresar emociones. 

Y si algo caracteriza a las relaciones sexuales humanas, en contraste con la amplia mayoría de las especies del reino animal cuyos fines son exclusivamente reproductivos, es que tenemos sexo por puro placer. Ahora, ¿cuánto sabemos del placer sexual? ¿Se dedica la ciencia a estudiar estas experiencias tan universales? ¿Qué le sucede a nuestro cuerpo cuando estamos excitados?

Aunque es más usual ver representadas a la lujuria y a la excitación como unos impulsos espontáneos e incontrolables que nos golpean de la nada, la verdad es que en lo que respecta a nuestro deseo, hay cosas biológicas y físicas que funcionan internamente para ponernos en el mood para el sexo, así como tambien hay personas que no experimentan deseo o atracción sexual.

Los primeros estudios sobre la excitación, alrededor del 1960, lo planteaban como una experiencia de cuatro fases con un principio y un final: deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución. Y aunque esto puede ser cierto en muchas ocasiones, estudios recientes lo relacionan más con un ciclo sin un comienzo o final específico.

En ese ciclo el cuerpo reacciona a la estimulación sexual —que puede ser muy variada, tanto entre las diferentes personas como en la misma persona dependiendo del momento, y que puede suceder con una pareja, con uno mismo o, incluso, mientras dormimos— y el ritmo cardíaco se acelera, los músculos se tensionan y la sangre fluye hacia los genitales.

Podemos mantener o aumentar la intensidad de esa excitación con la masturbación o teniendo sexo con otra u otras personas, y continúan entonces los cambios en el cuerpo, tanto en el aparato genital como en el resto del organismo: aumenta la presión arterial, la piel se enrojece porque aumentan los receptores y se produce la erección de los pezones. En los hombres se produce la erección del pene, el ascenso de los testículos y la aparición de líquido preseminal. Y en las mujeres, la vagina cambia en hasta dos tercios desde su tamaño inicial, aumentando en extensión tanto de largo como diametralmente.

Además, se produce la respuesta de lubricación y, si el estímulo sexual sigue aumentando en intensidad, la tensión acumulada se libera con varios espasmos o contracciones musculares y se produce la eyaculación. Durante este instante que conocemos como orgasmo —que no siempre ocurre y esto no necesariamente determina la satisfacción experimentada por cada individuo—, se activa el sistema de recompensa cerebral, de manera semejante a lo que sucede con el consumo de drogas, y se libera una oleada de endorfinas y neurotransmisores (como la dopamina y la oxitocina) que nos provocan sensaciones de tranquilidad, bienestar y placer. A diferencia de los hombres, las mujeres pueden volver a tener un orgasmo rápidamente si son estimuladas; y, cuando todo vuelve a la normalidad, los músculos se relajan y la presión arterial baja

Finalmente, existe la creencia generalizada de que el deseo sexual y la libido son más fuertes en los jóvenes y se desvanecen a medida que envejecemos, pero hay evidencia de que las personas mayores continúan disfrutando de su sexualidad hasta los 80 años e, incluso, más.

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