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El Cerebro de Einstein: ¿que había de especial en sus células nerviosas?

Un grupo de investigación de la Universidad de California publicó un artículo científicoa partir de muestras del cerebro de Albert Einstein

El Cerebro de Einstein: ¿que había de especial en sus células nerviosas?

La distinción entre el pasado, presente y futuro es sola una ilusión obstinadamente persistente”. A. Einstein

La ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano”. A. Einstein

Albert Einstein. Todo el mundo conoce ese nombre, aunque a veces cueste un poco interpretar sus contribuciones a la ciencia. Quien no haya leído sobre él, le recomiendo hacerlo porque el universo se le va a hacer más grande y la concepción del tiempo le cambiará para siempre (si es que tal suceso le resulte de interés).

El físico y matemático alemán nació en el año 1879 y no se destacó por ser un gran violinista, aunque practicaba el instrumento. Lo que si logró resolver (o comenzar a resolver) fueron ciertos conflictos de la física como la gravedad y el movimiento de la luz en el espacio, entre otras cosas

Desarrolló la teoría general de la relatividad y en 1921 recibió el premio Nobel de física por su descripción del efecto fotoeléctrico de la luz, puntapié inicial para el desarrollo de la física cuántica años más tarde


Ecuación de la relatividad general publicada por Einstein en 1915

Para lograr todo eso, fue necesario pensar en más dimensiones de las que estamos acostumbrados y sus razonamientos requirieron de un nivel de abstracción que ni me animo a intentar describir (o a entender). Su teoría de la relatividad revolucionó la física y cambió la concepción del universo, además de dejarnos con muchas más preguntas incluso a aquellos que no trabajamos en el área de la física: ¿que había en su cerebro? ¿como estaba compuesto?

Células del sistema nervioso

Un cerebro humano está compuesto por dos grandes grupos de células nerviosas: las neuronas y las células de la glía (células que no son neuronas). Las primeras transmiten el impulso nervioso, son los “ladrillos” fundamentales del pensamiento y la memoria, y se comunican entre sí mediante lo que conocemos como sinapsis. Sin embargo, hoy sabemos que las neuronas no podrían hacer todo lo que hacen sin las células gliales

Los oligodendrocitos son un tipo de células de la glía cuya función es la de enrollarse sobre los axones de las neuronas y formar la vaina de mielina (algo así como el plástico que envuelve un cable de cobre), lo que permite que la velocidad de transmisión del impulso nervioso sea muchísimo más eficiente, entendiéndose como eficiente un impulso más rápido y que recorre distancias más largas. 

Después están los astrocitos, células con forma de estrella que extienden prolongaciones en las tres dimensiones contactando capilares sanguíneos por un lado y neuronas por el otro. Los astrocitos toman nutrientes de la sangre y lo procesan de manera tal que las neuronas puedan consumirlo. Además, cuando las neuronas se activan necesitan más oxígeno y los astrocitos pueden aumentar el flujo sanguíneo en esa región del cerebro para proporcionárselo. Se estima que un solo astrocito humano podría participar en más de 250.000 sinapsis. 

Estos son apenas dos ejemplos de células dentro de lo que se conoce como células de la glía, pero hay más. No tienen tanto marketing como las neuronas pero son fundamentales para el funcionamiento del cerebro y se las conoce desde hace muchos años (casi tanto como a las neuronas), aunque nunca se las tuvo muy en cuenta. El nombre glía viene del latín y significa pegamento. Fue Rudolf L. K. Virchow (Alemania 1821-1902) quien les puso el nombre de “Neuroglia” (en alemán Nervenkit), es decir “neuropegamento”. Durante décadas se creyó que la única función de las células de la glía era la de “rellenar el cerebro” y mantener a las neuronas en su lugar. Escuché incluso por ahí que en el ámbito de las neurociencias era común referirse a alguien como “pura glía”, a modo de ofensa (mucha glía, pocas neuronas). 

Neuronas y células gliales

El cerebro de un científico

Luego de su muerte en 1955 y antes de irse, Einstein donó su cerebro a la ciencia. Muchos años más tarde, en 1985, un grupo de investigación de la Universidad de California publicó un artículo científico titulado “En el cerebro de un científico: Albert Einstein”[1]. En este trabajo se tomaron muestras de distintas regiones del cerebro de Einstein y de otros once científicos a fin de poder comparar. Las muestras se analizaron mediante técnicas histológicas y de microscopía con el fin de conocer cuántas neuronas había por cada célula de la glía. Llamativamente, para los once científicos este valor resultó cercano a dos. Es decir, por cada célula de la glía había dos neuronas. Pero para Einstein el valor les dio más bajo, cercano a 1, indicando que por cada célula de la glía había una neurona. Entonces, ¿tenía Einstein más glía que el resto de los mortales? Quizás sí. Siendo así, que a uno le digan: “pura glía”, ya no suena tan ofensivo

Mortales somos muchos, pero Einstein hubo solo uno.

Dr. Alejandro Villarreal
Biólogo
Investigador Asistente de CONICET

[1] Marian C. Diamond, Arnold B. Scheibel, Greer M. Murphy, Thomas Harvey, On the brain of a scientist: Albert Einstein, Experimental Neurology, Volume 88, Issue 1, 1985, Pages 198-204,

ISSN 0014-4886,

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