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Gratitud y generosidad: dos llaves que abren las puertas de la felicidad

Disfrutar la vida y hacerlo con felicidad, depende de lo que hagamos aquí y ahora. De cómo encaremos cada día y hacerlo con generosidad y gratitud es una excelente forma para garantizar un resultado de bienestar.

Gratitud y generosidad: dos llaves que abren las puertas de la felicidad

Luego de estos días en los que se impuso la distracción por los festejos, los brindis y el cierre del año laboral, nos queda la sensación de que, para ser felices, debemos cumplir con los objetivos que nos propusimos para el 2023. Es posible que el año transcurra y que, al finalizarlo, ni siquiera recordemos esas metas tan ansiadas. Y por suerte, vale aclarar que nuestra felicidad y bienestar jamás dependieron de ellas.

Disfrutar la vida y hacerlo con felicidad, depende de lo que hagamos aquí y ahora. De cómo encaremos cada día y hacerlo con generosidad y gratitud es una excelente forma para garantizar un resultado de bienestar.

Cuando hablamos de generosidad solemos pensar en compartir bienes materiales. De ser así, como la generosidad es esencial para una vida feliz, ser feliz dependería del dinero. La buena noticia es que la generosidad no tiene por qué costarnos. Supone compartir con los demás de manera espontánea, pero no se trata de compartir dinero. Ofrecernos para la escucha de las necesidades de una persona amiga, compartir una caminata con alguien, llamar a un familiar para preguntarle cómo está, felicitar a un compañero de trabajo por un logro, son comportamientos que implican generosidad. Otras veces, podemos hacer cosas que no sean gratuitas pero que tampoco resulten onerosas, o que impliquen comprometer regularmente nuestro tiempo. Llevar una taza de caldo a alguien que vive en la calle cuando hace frío, donar la ropa que no utilizamos, hacer un voluntariado o donar leche a un comedor, pueden implicar un mayor compromiso económico, y al igual que todo los actos de generosidad, incrementan nuestros niveles de felicidad actuando directamente sobre la función cerebral.

Al igual que la gratitud, la generosidad desactiva los centros cerebrales que producen ansiedad, preocupación y estrés cuando nos sentimos en peligro. Aunque parezca increíble, nuestro cerebro piensa que estamos en peligro en situaciones de absoluta seguridad. Si pensábamos llegar de día, pero llegamos de noche o si una puerta se golpea, nuestro cerebro activa estos centros automáticamente y nos pone en alerta para afrontar un peligro generándonos ansiedad. Estos centros se desactivan cuando actuamos de manera generosa y con gratitud.

El agradecimiento es un pariente muy cercano de la generosidad. Agradecer supone reconocer, generosamente, el valor en lo que nos rodea y por eso, para sentir agradecimiento, tenemos que ser conscientes de nuestro entorno. Si estamos ensimismados en nosotros mismos, es posible que lejos de estar predispuestos a agradecer, estemos con la mirada puesta en lo que nos falta y a un paso de sucumbir en el egoísmo, la ansiedad y el descontento.

Cuando prestamos atención a lo que nos rodea, se abre la oportunidad para sentirnos agradecidos. Ser conscientes de dónde estamos y de aquello con lo que contamos es un acto de atención indispensable para que apreciemos nuestras posesiones y también nuestros afectos.

Practicar la generosidad y la gratitud disminuye la actividad del cortisol, la hormona del estrés, y aumenta la producción de dopamina, un neurotransmisor vinculado a las sensaciones de placer y por eso, dar y agradecer son objeto de disfrute y de relajación.

Ser generosos y agradecidos nos ayuda a producir mayor cantidad de emociones positivas y nos da herramientas para el manejo de las emociones negativas. En este sentido, nos ayuda a perdonar. Podemos recordar los males que nos han hecho, pero perdonarlos nos permite seguir adelante, integrando las ofensas recibidas a nuestra historia y partiendo hacia un mundo emocional más saludable y con menos estrés.

Vale recordar que la afinidad por perdonar incluye perdonarnos a nosotros mismos. Esto nos facilita entender que no somos perfectos y que lo importante es intentar reparar al máximo nuestros errores y seguir adelante bajo la venia del propio perdón.  

Todas estas ventajas de dar y de agradecer nos relajan, disminuyen la ansiedad y como consecuencia, mejoran el sueño y nuestras relaciones con los demás. No se trata solo del placer que producen en nuestra química cerebral sino que esto se traduce en una mejor salud, un control emocional inteligente y buenos vínculos afectivos con quienes nos rodean. Sentirnos bien y estar bien con los demás, parece ser una buena aproximación a la felicidad.

Tanto la gratitud como la generosidad son centrales para la práctica del método Brainpoints. Aprender a respirar para desactivar el circuito del estrés, hidratarnos adecuadamente para contar con claridad mental, iluminar al entorno con nuestra atención, son la base para empezar a actuar de manera agradecida y generosa.

Para terminar, una forma inmediata para empezar a generar el hábito de agradecer es armar un “frasco de gratitud”. Si todas las noches escribimos lo bueno que ocurrió en el día y lo guardamos en nuestro frasco, estaremos obligándonos a empezar a prestar atención al entorno y evitaremos que los hechos del día se nos pasen sin que podamos advertirlos. ¿Por qué guardar lo que escribimos en un frasco? Porque podremos releerlo cuántas veces queramos. Esto nos ayudará a afrontar malos momentos y nos hará conscientes una y otra vez de aquello con lo que contamos.

Si queremos ser felices en 2023, no esperemos a ver si cumplimos los objetivos planteados. Hagamos nuestra ruta en el día a día, con un poco de gratitud y otro poco de generosidad.

* Gabriela González Alemán: Dra. en Genética del Comportamiento y fundadora de Brainpoints (MN 33343) Instagram: @brainpoints

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