Este sábado, en un estallido de movilización ciudadana que expresa el profundo malestar social frente a decisiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, miles de ciudadanos salieron a las calles en las principales ciudades, incluyendo Washington D.C., Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Seattle y Houston, para protestar contra lo que definen como una “deriva autoritaria” del gobierno.

Bajo el lema “No Kings” (“No reyes”), los organizadores hicieron un llamado simbólico a rechazar todo atisbo de gobierno personalista que invalida los contrapesos democráticos.

La protesta se da en un momento especialmente crítico: mientras se encadena un cierre parcial del gobierno federal, se registran redadas a inmigrantes y se ha desplegado la Guardia Nacional en varias ciudades, lo que ha generado alarma entre amplios sectores de la población.

Según los organizadores, fueron más de 2.600 ciudades las que registraron movilizaciones, lo que da una medida de la escala del malestar.

Los manifestantes apuntan a distintas decisiones del presidente: desde su intento de presionar al poder judicial hasta su designación de efectivos en el poder militar, su uso político del presupuesto federal para condicionar ciudades demócratas y las recortes planificados en trabajadores públicos.

La jornada representa, según analistas, tanto una advertencia como una medición de fuerzas de la sociedad civil frente al oficialismo. Más allá del desencanto partidario, lo que se vislumbra es una fractura más profunda: la de un amplio segmento de la ciudadanía que teme por el deterioro de las instituciones democráticas.