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¿Es la carne un símbolo de dominación masculina?

Diversos estudios recientes muestran que el consumo de carne se asocia con una mayor virilidad. Una mirada desde la ciencia. 

¿Es la carne un símbolo de dominación masculina?
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¿Existe un origen evolutivo para la estructuración de los roles de género? Diversos estudios sugieren que sí, y que en esta estructuración el consumo de carne cumplió un rol fundamental al determinar de manera decisiva la división del trabajo entre hombres y mujeres: ellos generalmente cazaban animales mientras que las mujeres tendían a cocinarlo y complementarlo con alimentos recolectados.

Esto se observa también en uno de nuestros parientes evolutivos más cercanos, los chimpancés que, como los cazadores-recolectores humanos, se dedican a la caza cooperativa y tienen una jerarquía social en la que los cazadores machos exitosos detentan la posición social más elevada.

Lo mismo, se supone, debió haber sucedido con los humanos. El consumo de carne habría funcionado como una especie de círculo "virtuoso" (o algo así...): dado que se trata de un alimento muy energético, a un mayor consumo le correspondía un mejor rendimiento para la caza, lo que implicaba un mayor consumo, y así sucesivamente. Esto habría derivado en que los cazadores exitosos pudieran dominar a otros machos y conquistar posiciones en la jerarquía social. 

El ejemplo de China

Hay algunas evidencias arqueológicas de que los hombres monopolizaron el consumo de carne. Un estudio reciente, por ejemplo, analizó la química de los huesos (osteoanálisis) en 175 personas del Neolítico tardío (2600–1900 a. C.) y la Edad de Bronce (alrededor del 1700-221 a. C.) en China.

Lo que se mostró es que hombres y mujeres tenían dietas similares durante el Neolítico, cuando apareció la agricultura, pero a fines de este período cambiaron los hábitos alimenticios.  Entre 771 y 221 a. C., básicamente, la carne desaparece de la dieta de las mujeres y es reemplazada por trigo, un cereal cuyo cultivo venía en franco crecimiento.

Como consecuencia, los cuerpos de las mujeres empezaron a mostrar un tipo de osteoporosis y, los de las niñas, desnutrición infantil. Además, las tumbas de las mujeres comenzaron a incluir menos tesoros funerarios que las de los hombres durante la Edad de Bronce, lo que sugiere que las mujeres fueron maltratadas en la muerte.

Algunos antropólogos tienen una teoría de por qué el equilibrio de poder se inclinó hacia el lado de los hombres justo cuando se introdujo el trigo: era un nuevo recurso que brindó oportunidades para que se acumule riqueza, lo que pudo haber dado lugar a que los hombres tomen el control de los nuevos alimentos y mercancías y, de esta manera, se siembren las bases para una cultura de subordinación femenina.

La relación entre la carne y la masculinidad

Un estudio publicado en 2018 exploró por primera vez qué relación le atribuyen los hombres y las mujeres a la relación entre carne y masculinidad. Con este fin, se utilizaron tareas de asociación implícitas de búsqueda visual que midieron las actitudes implícitas y explícitas hacia la carne en hombres y mujeres. La idea era evaluar la asociación entre las imágenes de alimentos cárnicos y no cárnicos y los atributos "saludable" y "no saludable", y también entre esos tipos de alimentos con los atributos "delicioso" y "desagradable". 

Los resultados mostraron que los hombres exhibieron asociaciones implícitas más fuertes entre la carne y la salubridad que las mujeres. Además, los investigadores habían hecho que los participantes del experimento asociaran la noción de "saludable" con términos como "viril" y "poderoso".

Esto sugiere que existe una cierta asociación entre consumo de carne y poder, que puede estar mediando en el vínculo de carne-masculinidad, que ya se había observado en otro estudio publicado en una revista dedicada a la investigación sobre hábitos de consumo.

Estos datos vienen reforzados por algunas estadísticas de consumo con las que contamos. En Europa, Asia, África y América, los hombres consumen más carne que las mujeres. En las sociedades occidentales, en particular, las mujeres tienen el doble de probabilidades que los hombres de ser veganas o vegetarianas, ya sea por mayor consciencia del costo ambiental o motivadas por el cuidado de su salud y el bienestar de los animales. 

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