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Ciencia

La historia de Milstein, el argentino que ganó un Nobel hace 35 años

Su revolucionario descubrimiento de los anticuerpos monoclonales es esencial para el tratamiento de enfermedades como el cáncer.

La historia de Milstein, el argentino que ganó un Nobel hace 35 años

América Latina recibió, desde su primera entrega en 1901, únicamente cinco Premios Nobel en el área de las ciencias naturales (Medicina o Fisiología, Química y Física). De éstos cinco, tres corresponden a nuestro país y uno de ellos al químico César Milstein, el creador de los anticuerpos monoclonales.

La técnica desarrollada en 1975 por el también ganador del Premio Konex junto a René Favaloro por su legado a la Ciencia y Tecnología de la Argentina revolucionó la producción de anticuerpos para su uso en biología celular, así como para el diagnóstico y tratamiento de ciertas enfermedades, incluidas la artritis reumatoidea y el cáncer.

¿Qué son los anticuerpos monoclonales?

Los anticuerpos —o inmunoglobinas— son proteínas que produce nuestro sistema inmunitario para detectar y defenderse de posibles amenazas como toxinas, virus y bacterias. Circulan por nuestra sangre y actúan cuando detectan algo extraño (es decir, cualquier cosa que nuestro organismo no reconoce como propia).

Mediante la llamada tecnología del hibridoma, desarrollada por Milstein en el Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge en Reino Unido, es posible producir ilimitadamente anticuerpos monoclonales idénticos.

¿Cuál es la particularidad de que sean monoclonales? Que cada uno de ellos reconoce un solo tipo de antígeno. Esta alta especificidad resulta clave para el desarrollo de fármacos.

Anticuerpos "atacando" moléculas tóxicas para el organismo.

El legado de Milstein

Una vez graduado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Milstein obtuvo una beca para realizar su doctorado en la Universidad de Cambridge; donde trabajó hasta 1960 bajo la dirección de Frederick Sanger, bioquímico molecular y dos veces ganador del Nobel de Química.

En 1961 regresó a nuestro país para hacerse cargo de la División de Biología Molecular del Instituto Nacional de Microbiología, pero tuvo que regresar a la ciudad inglesa tras el golpe militar de 1962 que perseguía a intelectuales y científicos librepensadores

Su descubrimiento le mereció en 1984 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina y lo podría haber hecho enormemente rico, pero él decidió no patentarlo porque sostenía que era propiedad intelectual de la humanidad.

Una de sus últimas conferencias, que tuvo lugar en diciembre de 1999 en la Universidad de Buenos Aires, fue titulada por el propio Milstein "La curiosidad como fuente de riqueza", donde describía a la actividad científica como una aventura hacia lo desconocido.

"La aventura es una de las grandes fascinaciones del género humano. La mejor manera de entusiasmar a un niño para que emprenda una nueva tarea es convencerlo de que es una aventura. Y, más tarde, el entusiasmo por las aventuras será el centro de la vida de muchos hombres y mujeres", decía allí.

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