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Ni amor ni obsesión, las cosas por su nombre: acoso sexual

Delfina Pan fue asesinada en Miami y su compañero de trabajo se encuentra detenido por el crimen. Según su entorno y muchos medios de comunicación, estaba "obsesionado con ella". Pero, ¿es correcto hacer esta afirmación? ¿Son los femicidas víctimas de su propia patología? En esta nota, dos psicoanalistas analizan el concepto. 

Ni amor ni obsesión, las cosas por su nombre: acoso sexual
Agustín Mariani, presunto femicida de Delfina Pan.

"Amiga, ¿qué onda con la obsesión? Están titulando en todos los medios que el femicida de Delfina Pan estaba obsesionado con ella ya mi ese concepto me hace ruido", me comenta una amiga y nos ponemos a charlar. Sí, hace ruido porque las obsesiones van más allá de nuestro control y muchas veces somos sus víctimas

¿Qué diferencia hay entre "estar obsesionado" y asesinar a una mujer con "estar celoso" y que el femicidio sea un crimen pasional? ¿Obsesión y pasión son lo mismo? ¿Por qué la obsesión está romantizada en nuestra cultura? Muchas preguntas que surgen después del femicidio de Delfina Pan , la joven de 28 años que vivía en Miami y que habría sido asesinada por Agustín Mariani , su compañero de trabajo. 

Lo de la obsesión lo dicen sus amigos y amigas, la gente de su entorno. ¿Por qué? Porque él le declaró su amor, ella lo rechazó y es ahí en donde comenzó la pesadilla. Él la perseguía y la acosaba en su trabajo. Delfina no quería estar sola por miedo. Además ella había pedido cambiar de turno para no cruzárselo pero el restaurante en el que trabajaban no se lo have. 

Víctimas, victimarios y la delgada línea del trastorno

Delfina Pan fue asesinada este lunes en Miami.

Cuando mi amiga me plantea esta duda, empiezo a investigar. Nunca las cosas son tan simples y mucho menos con estas cuestiones. ¿Qué pasa con la obsesión? ¿Qué dice la psicología al respecto? Para hablar de obsesión desde una mirada general, podríamos sostener que son pensamientos, impulsos o imágenes que son recurrentes y que el sujeto considera intrusos y que provocan un malestar significativo. O sea, una persona obsesionada la pasa mal, sufre de ansiedad y está perturbada. 

¿Pero es correcto presentar en los medios de comunicación a los femicidas como personas obsesionadas con sus víctimas? ¿O esto es una forma más de justificar estos actos de violencia sistemática? No es simple. La importancia de la psiquis del femicida, de los trastornos o patologías no es un asunto liviano ya que indicar que son personas mentalmente insanas lleva a que no sean siquiera responsables de sus actos. El famoso "la mató por amor" o "la mató por celos" son construcciones sociales que ya no se utilizan, al menos, en los medios de comunicación.

Y la obsesión es de la familia de lo abrupto y lo incontrolable. ¿Qué decimos cuando decimos que el femicida de Delfina estaba obsesionado? Bueno, al parecer aseguramos que tanto ella como él eran víctimas de esa fijación insoportable.  

No hay que perder de vista que al alejarnos de lo que puede "padecer" el asesino, entendemos a la violencia de género y a los femicidios como cuestiones sistemáticas. La frase "no es un enfermo, es un hijo sano del patriarcado", aplica y es importante sostenerla porque indica, entre otras cosas, que no son casos aislados. En nuestro país un varón mata a una mujer por su condición de género cada 28 horas

La psicoanalista Lara Fuchs, por su parte, sostiene: "Particularmente desde el psicoanalisis, que, a diferencia de otras líneas de pensamiento que entienden la patologia como un trastorno en el cuerpo o la conducta, piensa el sintoma como un efecto subjetivo de lo que no se adapta (para bien o mal) a la cultura". O sea, es imposible pensarnos lejos de la cultura y vivimos en un mundo que aún ubica a las mujeres como posesión y objetos de los varones. 

El horror disfrazado de amor 

La romantización de la obsesión parece ser uno de los problemas. La cultura del amor romántico es una máquina siniestra a la hora de naturalizar este tipo de fijaciones. De hecho, hay cientos de canciones que confunden amor con acoso. El femicida de Delfina la llamaba, le insistía para llevarla a la casa y la espiaba. Delfina trataba de no ser agresiva porque tenía miedo de las represalias. 

"Particularmente con la obsesion hay una banalización que no es solo culpa del periodismo sino de la lógica psiquiatrica moderna que arma manuales con listitas de sintomas para encasillar rápidamente y vender medicacion", advierte la especialista. 

Es que sí, el tema es complejísimo y al abrir estas preguntas estamos en un aprieto. ¿Hay que analizar y patologizar a los femicidas? ¿Cómo se informan estos crímenes en los medios? "Lo que sabés es lo que hizo. El periodismo tiene que construir un relato sobre los hechos sin romantizar", agrega Gasparini.

Responsabilidad ante todo

Para tratar de separar, podríamos figurar dos análisis en paralelo. Por un lado está la psiquis del asesino y por otro la tendencia social y el asesinato sistemático de una mujer por el simple hecho de serlo. "La psicopatología no tiene nada que ver con la epidemiología. La epidemiología pone un nombre con la funcion de hacer existir en lo político un fenomeno estadistico. La psicopatología sirve para pensar una cura", destaca Fuchs. 

La figura de femicidio existe en nuestro código penal desde el año 2012. Hasta ahí, los asesinatos a las mujeres por ser mujeres no eran considerados una epidemia o una problemática social. Que una chica por día aparezca muerta dentro de una bolsa de plástico no tenía siquiera análisis y eran todos problemas de varones víctimas de sus propios impulsos.     

La obsesión como estudio del psicoanálisis tampoco es fácil pero en este caso vamos a escaparnos de ese escollo para centrarnos en el concepto social de obsesión, lejos de la patología, del trastorno y la neurosis

Como periodista que intenta hacer de su profesión algo loable, la pregunta planteada me disparó más dudas pero también algunas certezas. Si el femicida la perseguía, la llamaba y la incomodaba, hablar de "obsesión" comienza, ante este nuevo paradigma planteado, a ser incorrecto. Porque en los hechos, en los actos, que se supone que es en donde el periodismo debe plantarse, lo que se sabe no es la psiquis del asesino sino el acto en si. Y aunque el conjunto de todas esas características suene a lo que comunmente llamamos como obsesión, es peligroso e irresponsable afirmarlo. 

En un mundo en el que la culpa siempre estuvo y está puesta en las víctimas, reforzar con conceptos banalizados la posibilidad del sufrimiento de un femicida, es alimentar un escenario que, en realidad, justifica el accionar de los varones violentos. Y cuestionar cada palabra y cada concepto que utilizamos para referirnos a este tipo de crímenes, nuestra responsabilidad .   

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