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Agustín es malo pero capaz vos también

Agustín es malo pero capaz vos también
Agustin Guardis en Gran Hermano

Las mujeres no podemos coger en paz. No hay chance de que vivamos nuestra sexualidad con libertad, no está bien que exploremos nuestro deseo. Es una pésima idea porque si lo hacés y el mundo se entera, la humillación es total.

No pasa lo mismo con los varones. Por supuesto, todo es distinto si no sos varón cisgénero y heterosexual. Y si bien del hecho la mayoría de las veces participan dos personas, muchos varones en esos momentos son potenciales enemigos de nuestra libertad sexual.

Lo vimos en Gran Hermano cuando Agustin le contó a sus amigos que guarda fotos íntimas de las chicas con las que estuvo para viralizar “por si se mandan algún moco”.

Para charlar de esto y entender algunos puntos conflictivos, entrevisté a Florencia Zerdá, Abogada, especialista en Cibercrimen e integrante de GENTIC, una organización que promueve el activismo contra la Ciberviolencia de género.


Lo bueno del desastre

Está “bárbaro” que pase esto en la televisión abierta. Las comillas son porque en realidad no, pero sí. Que suceda y que se viralice junto a miles de repudios en las redes habla de que ésta problemática incomoda pero todavía no lo suficiente. O sea, que Agustín no sienta vergüenza social al confesar lo que confesó, deja en claro que falta mucho. “Igual sirve para traer una discusión a la mesa del debate. Gran Hermano es un espejo de la sociedad. Entonces no podemos tapar el sol con la mano. Creo que a los varones les cuesta mucho darse cuenta que está mal y por eso de repente este chico se anima a decirlo sabiendo que lo están filmando. Porque su conducta es delictiva pero ni siquiera consideran que sea un delito y es ahí donde tenemos que trabajar”, explica la especialista.

La violencia sexual y la cultura de la violación son problemas muy complejos porque, para empezar, están absolutamente naturalizados. Si bien entre ellos comentan que quienes comparten esas imágenes son "giles", en esa charla ninguno le marca a Agustín la falta y nadie, además, habla de la real violencia que implica la viralización sin consentimiento. De hecho, lo presentan como "una pavada", sin contar que ya fueron varios los comentarios avalando al abuso sexual en Gran Hermano y casi ninguno fue sancionado. 

“Los cuerpos feminizados pueden circular públicamente como si fueran un objeto de consumo, pero no sólo eso, además ellos pueden amenazar y extorsionar con esta difusión a sabiendas del daño que causa, porque saben el daño que causa sobre la vida de las mujeres. De hecho, por algo lo hacen”, agrega.

En ese diálogo en el que nadie interviene se nota de forma clara el famoso pacto machista en donde todos se protegen porque o muchos hicieron o harían algo similar o tienen miedo de intervenir ya que es probable que sean juzgados por sus compañeros y tratados de “pollerudos” en el mejor de los casos.  

Esa sociedad infame que soy yo 

Pero esa no es la única problemática, la otra complejidad viene de la mano del tabú. De una sociedad que no soporta ver a una mujer disfrutar de coger. El famoso dilema freudiano de la madre o la puta goza de muy buena salud. Y cuando hablamos de la sociedad, hablamos de nosotres, ¿no?

“Cuando salen este tipo de noticias de casos de difusión o de sextorsión, lo que notamos, aunque ha ido bajando con los años, que incluso ha habido más comentarios reprochándole a la mujer la conducta de haberse filmado o haberse fotografiado, que un reproche a la conducta del agresor”, sintetiza Zerdá.

Audrie and Daisy es un documental que relata la vida de dos chicas que tuvieron que mudarse de localidad, cambiarse de colegio y modificar toda su vida porque alguien había viralizado videos o fotos de su intimidad. Este contenido muestra con claridad cómo la conducta social le impone a ellas la vergüenza por el goce. Y por supuesto, quienes viralizaron las imágenes tuvieron nulas consecuencias sociales al respecto. De hecho, Audrie se suicidó en el 2020 ya que su agresor quedó en libertad y se sumó así a una larga lista de víctimas fatales por este delito. 

“Lo que sucede en violencias analógicas que se trasladan a la violencia digital es que no sólo se juzga la vida sexual de las mujeres, sino también se las alecciona. Porque una vez que se difunde y pasa todo lo que pasa, las consecuencias que tiene sobre la vida de las mujeres es tremenda. Y la idea que reina es que es esto lo que le pasa a las mujeres que se filman. 'Míralo porque también te puede pasar a vos'”, sostiene la abogada.

Es cliché la frase de que los varones pueden estar con muchas mujeres y son unos capos y las mujeres, por eso mismo, son putas. Y porque es cliché, es lugar común. Así continúa funcionando la vara social respecto a lo sexual.

Igual, y porque no todo es oscuridad, los movimientos feministas consiguen cuestionar estas verdades con cada vez más fuerza y somos las mujeres y disidencias quienes tenemos más herramientas a la hora de defendernos. 

Qué hacer ante el espanto  

Vivimos en un mundo que nos enseña a cuidarnos pero no les enseña a ellos a no violentar. Lo sabemos. Aún así, tomar recaudos está bueno para salvarnos, recaudos del estilo si mandás una foto sexy a algún muchacho, intentá que no se te vea la cara o los tatuajes. Pero, ¿qué pasa cuando te cruzás con un Agustín? ¿Qué podés hacer cuando alguien viraliza o comparte tu intimidad sin tu consentimiento? Hay herramientas, hay redes y además proyectos de ley que buscan penalizar esta problemática.  
 
“Una chica que esté pasando por estas situaciones tienen que saber que puede denunciarlo. Tanto si la amenazan con difundir contenido íntimo como si la extorsionan, que es cuando le piden plata a cambio de no difundirlo, cuando te  coaccionan para que, por ejemplo, le mandes más fotos o para retirar alguna denuncia que hayas hecho. Esos tres delitos están legislados, están incluidos en nuestro Código Penal y son denunciables”, explica Zerdá.

“Cualquier mujer que lo sufra puede acercarse a una fiscalía, a una comisaría o asesorarse y llamar a la línea 144. También pueden acercarse a la oficina de violencia de género y pedir medidas de protección”, agrega.

En el Congreso hay dos proyectos que buscan sancionar de forma contundente estos delitos. El proyecto conocido como “Ley Olimpia” propone incorporar la violencia de género digital como otra forma de violencia de género de la Ley 26.485. Además de la creación de medidas de protección para las sobrevivientes y políticas públicas tendientes a la educación digital y la prevención de estas agresiones.

El segundo, “Ley Belén” pretende incorporar a la violencia digital como delito, y que se sancione la obtención y difusión no consentida de material íntimo y/o de desnudez, de los montajes pornográficos, entre otras, con una adecuada perspectiva de género.

Si bien Código Penal argentino reconoce la sextorsión en el artículo 155, la modificación busca aumentar la pena de multa e incorpora una pena de prisión de dos meses a dos años para quien publique ese tipo de contenidos.

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