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Leila Guerriero: "La escritura es una forma de buscarse problemas y una muy retorcida de encontrar placer"

La periodista Leila Guerriero presentó su último libro de no ficción La llamada, el cual se centra en la historia de vida de Silvia Labayru, ex montonera que estuvo secuestrada en la ex ESMA entre 1976 y 1978, cuando la liberaron. Cómo fue el proceso de escritura, qué reflexiones y aprendizajes obtuvo de este relato, cuál es el rol del periodismo y más en esta nota.

Leila Guerriero: "La escritura es una forma de buscarse problemas y una muy retorcida de encontrar placer"
Foto: créditos Antonella Ríos | Puesta audiovisual: Antonella Ríos y Nahuel Juarez

*Por Antonella Morello, Camila Romanazzi y Aldana Del Giudice

Final de una semana corta, con feriado mediante. La autora asiste a nuestra entrevista pautada que aceptó, tras una cálida respuesta al mail enviado, con expectativas de una conversación enriquecedora.

El set se dispuso en una puesta especialmente armada para recibir su presencia. Las indicaciones fueron breves, y una vez sentada frente a la cámara, comienza a desplegar un clímax envolvente, como si narrara a través de sus respuestas.

Cómo se cuenta la historia de una mujer ex montonera que estuvo secuestrada durante dos años, en los cuales todos los días pensaba que la iban a matar, donde ingresó embarazada y tuvo a su hija allí dentro, y al salir los propios compañeros la llamaron traidora por no tomarse la pastilla de cianuro, pero adentro tuvo que soportar todo tipo de torturas y violaciones. ¿Cómo se entrevista desde la actualidad para hablar de todos esos temas?

"Yo no puedo vivir sin escribir, el mundo pierde consistencia. Es paradójico porque la escritura es una forma de eyectarse de uno mismo pero uno es realmente quién es cuando está escribiendo", confiesa la escritora.

Leila Guerriero tiene muy claro cómo hacerlo, y de hecho lo hizo. En La llamada, el último libro que escribió, construye un mapa de relaciones y entrevistas con el círculo cercano a Silvia Labayru. Por supuesto que también conversa con ella en reiteradas ocasiones. La periodista decidió empezar a relatar su historia en 2021, mientras se esperaba la sentencia del primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos contra mujeres secuestradas durante la dictadura.

“En todas esas escenas subyacía una pregunta: “¿Y a vos por qué no te mataron?”, reflexiona Labayru ante las entrevistas con Leila.

Uno de los testimonios más fuertes que recorre la autora es el de Vera, la hija de Silvia, quien nació en el centro clandestino y fue entregada a los abuelos paternos. Si bien Labayru considera que el hecho de estar embarazada fue uno de los motivos por el cual no la mataron rápidamente (”querían la mercancía”, dice Labayru) también se pregunta hasta el día de hoy, por qué decidió seguir adelante con un embarazo en medio de su militancia en la agrupación Montoneros, con el riesgo que eso implicaba.

Los padres de Silvia no eran montoneros, incluso su papá, Jorge Labayru, estaba formado en la marina y era piloto de avión comercial. En ese sentido, el ingreso de Silvia a la militancia tuvo que ver con su formación en el Colegio Nacional Buenos Aires, cuya elección de estudiar allí fue por una casualidad, no por interés en la institución.

La llamada que se produce en 1977 entre el Tigre Acosta, el mandamás represor del centro clandestino y el padre de Silvia Labayru, es el episodio por el cual lleva el título del libro y por el que Silvia cree que le salva la vida.

“Mientras ella estaba secuestrada en la ex ESMA, pasó algo en 1977 mientras ella estaba con un embarazo de 6, 7 meses, y es que el Tigre Acosta que era el mandamás de la parte represiva de la ESMA, la mandó a llamar a su despacho y le dijo ‘ahora vamos a hablar con tu padre’”, — revela la autora para Filo.news —”Entonces lo llamó por teléfono, por supuesto Jorge Labayru estaba convencido de que su hija estaba muerta, dijo ‘hola’, y el Tigre Acosta dijo ‘Señor Labayru, lo llamó para hablar de su hija’, y Jorge Labayru pensó que quienes lo llamaban eran los montoneros, los mismos compañeros de su hija para decirle algo con respecto a ella. Entonces Labayru empezó a insultarlos, ‘montoneros hijos de puta, ustedes son los responsables morales de la muerte de mi hija, vengan que los voy a cagar a tiros’. El Tigre Acosta colgó, la miró a Silvia y le dijo ‘entonces tu padre es uno de los nuestros’ y luego dijo ‘voy a hablar con tu padre, vas a hablarle vos y le vas a decir que le vamos a entregar al bebé’. Hay que imaginar esa situación, una hija que estaba para su padre muerta, no se sabe en qué circunstancias, de pronto es una voz al otro lado del teléfono. Ella adjudica a esa llamada el hecho de que no la hayan matado, el hecho de que ella podría ser, como los militares perversamente llamaban ‘recuperada’”.

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El libro de 400 páginas y 100 entrevistas, si bien se focaliza mayoritariamente en el tiempo que estuvo secuestrada, es como dice la tapa, “un retrato”, de la vida de Silvia Labayru. donde explora otras facetas de su vida: el amor, la maternidad, los viajes, las amistades, el exilio, etc. Es, la crónica completa de una mujer que sobrevivió a la dictadura argentina y continúa su vida. “En el libro hay otras llamadas, que son la llamada de la militancia, de la vocación, y finalmente la llamada del amor, porque Silvia retomó una relación muy importante para ella, desde el punto de vista afectivo, con una persona que fue muy importante, con un novio de la adolescencia, y esa relación se retomó también gracias a una llamada”, confiesa Leila, la cual la describe, a partir de todos los encuentros que tuvo con ella, como una mujer “muy entera, muy aplomada, que no responde a los parámetros usuales que solemos pensar a las víctimas, es muy vital, con una fortaleza impresionante". 

Ahora, la cuestión era nuestro dilema: ¿cómo estructurar una entrevista a una de las cronistas más importantes de la región? ¿a alguien que se dedica al oficio minucioso y atento de reconstruir relatos que merecen ser contados?

La escritora desarrolla con ingenio cada interrogante, lo desmenuza con la reflexión que amerita y lo concluye con la elegancia de saber rematar con un cierre tan oscuro como precisamente realista.

*¿Qué fue lo que te llamó la atención del caso de Silvia Labayru para comenzar a investigar y escribir sobre ella?

Su caso tenía muchas singularidades y por eso es que decidí hacer un perfil suyo. Entre ellas, estaba una particularidad muy actual e importante: Silvia Labayru fue una de las 3 mujeres que estuvieron secuestradas por la dictadura y decidieron iniciar un juicio por violencia sexual a sus represores. Lo inició en los cercanos años ‘2000 y tuvo sentencia en 2021.

Antes, la violación formaba parte de otros tormentos que habían sufrido las personas que estaban secuestradas por los militares y no estaba separada. Cuando se pudo tipificar y presentar la denuncia. Silvia y estas mujeres decidieron llevar adelante su causa.

*¿Cuánto tiempo te llevó la investigación?

La investigación de este libro me llevó aproximadamente un año y siete meses. Comencé en mayo de 2021 con las primeras entrevistas a Silvia Labayru y terminé en noviembre de 2022. Por supuesto, quedamos en contacto a lo largo de los cuatro meses durante los que escribí el libro que terminé en marzo de 2023.

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*¿Por qué creés que es necesario desde la actualidad repasar su historia?

Yo escribí el libro porque me interesaba mucho la historia singular de esta mujer. El juicio que atravesó Silvia Labayru hubiera sido imposible diez años atrás. Mi interés por la historia aunque suene redundante era un interés por la historia. No intenté hacer un libro que fuera necesario o que entrara en una conversación que sintiera que se tiene que dar. No lo hice por la repercusión, y me importó contarlo ahora pero también me hubiera importado en el 2001 o en 1999.

*Durante todo el proceso de escritura, ¿su historia te dejó alguna reflexión o aprendizaje?

Silvia fue una persona sumamente generosa a la hora de abrirme las puertas de su vida y de gente que la conoce. Creo que lo que me enseñó el proceso de escritura es que lo que una busca con la escritura es una forma de buscarse problemas y una forma muy retorcida de encontrar placer en la resolución de esos problemas. Fue un libro muy difícil de escribir desde el punto de vista técnico.

*Cualquier estudiante de periodismo se forma leyendo tus textos. ¿Qué sentido le das a escribir y a hacer periodismo?

Creo que el sentido que tiene la escritura en el fondo es bastante egoísta. Yo no puedo vivir sin escribir, si no escribo me licúo, el mundo pierde consistencia. Cuando uno no escribe uno está como dormido, como anestesiado. Entonces para mí permanecer en estado de escritura, no voy a decir que es ideal porque no hay estados ideales pero es el único donde realmente me siento viva. Obviamente no se puede permanecer siempre en estado de escritura y ese es un problema para alguien que escribe. Hay algo cruel en eso, porque cuando uno es una persona que escribe –y sobre la realidad– casi todo parece existir sólo si pasa por el tamiz o la decantación o la mirada de la escritura. Yo estoy todo el tiempo pensando: «esto puede ser un libro, o una columna». A veces estoy mirando la televisión y pienso qué podría decir yo acerca de esa publicidad. Alguien podría pensar que eso es desgastante, o que me mantiene en un estado de cámara encendida. Para mí resulta muy excitante, resulta muy estimulante.

Estar en esa traducción permanente de la realidad a la escritura es lo que me gusta y en ese sentido digo que es muy egoísta porque la escritura también es una forma de eyectarse de uno mismo. Es paradójico porque a través de la escritura uno llega a contactarse mucho con uno mismo: uno es realmente quien es cuando está escribiendo y al mismo tiempo está completamente desentendido, en una especie de trance ajeno, de embeleso. Yo busco mucho estar en ese estado y por eso digo que es egoísta porque lo que uno quiere es tratar de contar las historias de la mejor manera posible, saciar su curiosidad, meterse en mundos en los que de otra forma no se podría meter. Pero claro hago no ficción, hago periodismo, entonces son historias que tienen que tener singularidad. ¿Cómo se resuelve eso?

"Yo no puedo vivir sin escribir, el mundo pierde consistencia. Es paradójico porque la escritura es una forma de eyectarse de uno mismo pero uno es realmente quién es cuando está escribiendo".
 

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En una actitud de responsabilidad, la tarea de esa palabra fea pero muy reveladora que se dice ahora: visibilizar es importante, dar voz a lo que no tiene es importante. Eso se equilibra un poco con mi idea de que a partir del periodismo uno no debería esperar que las cosas cambien. Suena muy desistido y pesimista. Si cambia algo para bien, descorchamos champagne. Y si no cambia nada mi responsabilidad termina en contar la historia. En todo caso mi ilusión acerca de que esa visibilización modifique las cosas para el lado que a mí me gustaría es un poquito igual ácido.  

*En Latinoamérica se fundó la no ficción durante dictaduras y masacres, las crónicas “de indias” durante las conquistas y el Nuevo Cine Argentino durante la crisis. Desde tu perspectiva: ¿qué presente literario/ artístico se está gestando en la Argentina?

A mí me parece que las expresiones artísticas dejan su huella y se sedimentan con el paso del tiempo. En un momento se habló del boom de la crónica, que es lo que escribo, es decir el periodismo literario. Siempre descreí de esa idea de boom porque medir las cosas desde su éxito me resulta paupérrimo. Muchos de los que somos de mi generación acá en la Argentina tenemos un rejunte de muchísimas influencias: desde las apariciones de L.A. Work en los ‘80, las Gambas al Ajillo, (Alejandro) Urdapilleta, los primeros shows de Divididos cuando no los conocía nadie, los libros de poesía que nos íbamos pasando en fotocopia porque nadie los quería editar, (Rodolfo) Fogwill; el cine… más acá en el tiempo el de Trapero, Stragnaro, Lola Arias (que está desarrollando una carrera fabulosa), qué infinitas cantidades de influencias tiene “La Ciénaga” de Lucrecia Martel en mi propia escritura. Me parece que eso está totalmente vivo.

Hay algo que sí es profundamente Latinoamericano y es que hacemos las cosas pese a que todo indica que no se pueden hacer. No hay presupuesto, lo atamos con alambre. Hay una película que me parece la representación de buena parte de lo que se hace en el arte latinoamericano que es “La película del rey” de Carlos Sorín, un director que me encanta: es la filmación de la filmación de un film en la Patagonia donde pasa de todo y aún así se hace. No debería ser así. Deberíamos tener buenos presupuestos, estar cuidados, tener buenos adelantos para quienes escriben. Pero parece que la maquinaria no se detiene y esperemos que no se detenga acá porque las cosas en la Argentina parecen ir por un camino bastante peligroso en ese sentido. 

*¿Por qué decidís no tener redes sociales?

Hay una respuesta que a mi me encanta que es de Fran Lebowitz, porque ella tampoco tiene redes sociales, y dice “no tengo redes sociales porque no sé lo que son, sino precisamente porque sé lo que son”, esa es mi respuesta. Hay gente que maneja muy bien las redes sociales, pero son una gran fuente de desinformación, de confusión y ruido. Lo que más se ve digamos es una situación muy egomaniaca todo el tiempo y gente diciendo muchas cosas acerca de casi todo. Eso a mi no me sale. Yo siento que ya digo mucho, demasiado y suficiente. Escribo columnas, artículos, doy entrevistas, charlo. No tengo tanto para decir. Si no tuviera canales para decir, quizás buscaría un canal, no sé si una red social, quizás algo más sereno.

La red social genera una compulsión. Yo no soy compulsiva, pero me doy cuenta que con los dispositivos esa no compulsión se transforma en un poco de compulsión. Si estoy por la calle antes iba leyendo un libro, pero por momentos me gana el teléfono, y si estoy esperando un mail o whatsapp importante, estoy chequeando si me lo mandaron. Yo no quiero eso en mi vida, necesito espacio y libertad en mi cabeza. Quiero recorrer las ciudades sin estar pensando si tengo muchos likes o ninguno, o los haters, o si me tengo que defender de un ataque injusto. Eso me preocupa la cantidad de tiempo que se lleva en eso. La cantidad de tiempo de preocupación por uno mismo y por lo que dicen de uno. La mirada deja de ser mirada y se convierte en espejo. “Espejito, espejito, dime cuán bonito soy esta mañana”, y eso me parece que hay mucho para ver en el mundo como para que mi mundo sea una pantallita. Y creo que uno tendría que estar más desinteresado en uno mismo. Sobre todo cuando me ocupo de contar las historias de otros, los que importan son los otros, no yo.

También puede ser peligroso cuando uno puede convencerse de que hay buena parte del mundo que piensa como uno, cuando en realidad no es así. En las redes sociales la gente tiende a seguir a gente que piensa como uno. Estar pendiente de todo ese mundo. Yo si tuviera cuenta de Twitter trataría de hacerlo lo mejor posible, trataría de tener algo interesante para decir cada tanto, consumiría un tiempo que no estoy dispuesta a donarle al señor Elon Musk.

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*A pesar de no tener redes sociales, ¿estás al tanto de las reacciones que se generan cada vez que se viraliza un texto tuyo?

En cuanto a la repercusión que pueda tener los artículos en las redes. Hay una cuenta de twitter que es en homenaje que publican mis artículos. Me enteré que se viralizó la columna sobre mi papá durante el mundial, porque incluso me llamaban de radios para hablar de la columna y creo que fue por la fiebre mundialista. Pero sé que los artículos se comparten, y mucha gente consigue mi mail y me mandan mensajes muy bonitos. Pero no estoy pendiente de eso. Hay un problema con estar controlando los artículos que es que si una cosa funcionó bien, uno podría tener la tentación de escribir para la tribuna, y eso la verdad es que me parece peligroso. Ser un autor tribunero es muy complicado.

Leila Guerriero. Periodista. Autora de crónicas, columnas, textos, y libros de no ficción como La llamada (2024),  Los suicidas del fin del mundo (2005), Teoría de la gravedad (2019). Año en que fue distinguida como Personalidad destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el ámbito de la cultura por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en reconocimiento como «una de las periodistas más importantes del medio local e internacional; una de las escritoras más prestigiosas de la región».
 

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